miércoles, 11 de julio de 2012

VIE SUL MARE EN EL ALCÁZAR: DELICADEZAS EN CONSERVA

XIII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Mercedes Ruiz y Marta Vila, violonchelos. Programa: Sonata nº 1 en Do Mayor de Jean Zewalt Triemer; Sonata nº 3 en la menor de Giuseppe Sammartini; Sonata en Fa Mayor, Sonata I en la menor y Sonata IV para dos violonchelos en Sol Mayor, de Jean-Baptiste Barrière; Ciaccona en Fa Mayor del libro «Six Solos after an Easy and Elegant Taste». Martes 10 de julio de 2012

Tiene mucho mérito en esta época tempestuosa mantener una empresa tan enriquecedora y estimulante como la que propone Actidea, permiténdonos cada verano seguir disfrutando de ofertas musicales tan interesantes como las que nos ofrecieron el martes el dúo de violonchelistas Vie Sul Mare, conjunto que antes aglutinaba a Ruiz, Ventura Rico al contrabajo y Carlos García-Bernalt al clave. Una de las cosas más sobresalientes de esta ya longeva exhibición es que cada formación que interviene, además de pertenecer en su mayoría al ámbito local, que como ya sabemos da afortunadamente para mucho, proponen unos programas originales y en su mayoría exquisitos, como fue el caso de Mercedes Ruiz y su compañera Marta Vila.

Un conjunto de obras, generalmente en forma sonata, compuestas en la Europa del siglo XVIII, aglutinadas sobre la idea de que sus autores intentaran conseguir el favor de algún mecenas, el clásico trueque talento por dinero, a menudo tan desequilibrado. Por eso el programa se tituló Conversaciones galantes en el salón de Madame Jourdain, la esposa del burgués gentilhombre de Molière, ese que para cultivar su intelecto y ponerlo al nivel de su riqueza no dudaba en llenar su casa de invitados bohemios. Así, Ruiz y Vila, ejerciendo respectivamente de solista y continuo y a menudo contrapunto, exhibieron su talento y generosidad para ofrecernos unas páginas llenas de encanto y seducción, bien desde la excelencia melódica y la más elegante articulación, bien desde el virtuosismo técnico más impresionante.

Nos encanta Mercedes Ruiz, y cada vez más, no podemos negarlo. Parece mentira que de su figura menudita pueda surgir tal torrente de música, y es que parece que salga de su cuerpo en vez del instrumento, tal es la compenetración entre ambos. Sutileza a la vez que energía, fuerza arrolladora y el lirismo más absoluto para poner en pie partituras entre afrancesadas, como la del alemán Triemer, italianizantes como la de Sammartini, o incluso con un toque británico, como la de Lanzetti; y todo alrededor de Jean-Baptiste Barrière, de quien se ofrecieron tres excelentes composiciones, entre ellas la única en la que el segundo violonchelo no ejercía sólo de continuo, permitiendo a Marta Vila lucir satisfactoriamente su instrumento, aunque evidenciando la supremacía absoluta de la estupendísima Mercedes Ruiz, dulce incluso cuando se dirigía al público para aclarar aspectos y cambios del programa. Las características del recinto obligan a la amplificación, lo que repercute negativamente en la percepción del sonido, en esta ocasión carente de graves y de la sedosidad que conocemos en la violonchelista, algo así como si hubieran estado tocando desde el interior de una lata de conservas, pero eso sí de las más caras, delicadas y exquisitas.

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