Muy diferente tenía que ser el espíritu con el que el conjunto afrontara cada pieza, tan diferentes en carácter. Sin embargo, la de Dvorák fue una interpretación endeble, de líneas imprecisas y volúmenes dispersos, que poco favor hicieron a la estética amable y distendida de la pieza. El allegro moderato inicial sonó destemplado y poco penetrante, sin brillo ni pasión. Mejor fue el poco allegretto en forma de dumka, una especie de triste balada de origen ucraniano, cuya melancolía típicamente eslava fue resuelta con mayor grado de satisfacción, frente a un scherzo en forma de furiant, danza eslava brava, que aunque bien ritmado y sincopado, no alcanzó la fuerza anunciada. Llegado el Tema con variaciones, nuestro interés había decaído considerablemente. Se repitieron las constantes del resto de la interpretación, con un primer violín puntualmente estridente, unos chelos apagados, y sólo la viola de Ireland destacando sobre el resto. Más se acertó en contraste y los frecuentes juegos polifónicos que ofrece la pieza.
Con Metamorfosis, Richard Strauss puso de manifiesto su profundo pesar por una cultura que se venía abajo, consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, con un episodio físico concreto, la destrucción de la Ópera de Munich. Pareció oportuna la interpretación de la pieza en un momento en el que también parecen tambalearse los pilares de una cultura cada vez más debilitada en manos de un sistema educativo que no parece ayudar a la reflexión. En este contexto esperábamos sentir ese desgarro que desprende la partitura, prácticamente en vano. Y no porque los siete músicos convocados no lograran plasmar cada pauta e inflexión de la partitura con una técnica impecable, incluidos unos violonchelos más entonados y unos violines menos ratoniles. La incorporación de Ciorata añadió más volumen y significado, pero no el suficiente como para despertar esa desazón imprescindible que destila una obra que, no en vano, culmina con una fatídica cita a la marcha fúnebre de la Heroica de Beethoven. Entre los aciertos, la luz con la que el conjunto abordó una zona central en la que se alzan los recuerdos alegres del pasado.
Foto: Marina CasanovaArtículo publicado en El Correo de Andalucía
¡Qué interesante reseña! Es fascinante cómo la música puede reflejar tanto el contexto histórico y cultural en el que se compuso, como lo mencionas con Metamorfosis de Strauss, que parece resonar especialmente en los tiempos actuales. Coincido en que, a pesar de los esfuerzos de los músicos, las interpretaciones no lograron transmitir completamente las emociones que las partituras requerían, sobre todo en el caso de la obra de Dvořák. Sin embargo, creo que es importante destacar el valor del ciclo de música de cámara de la ROSS, que sigue ofreciendo una plataforma para que se experimenten estas obras con una nueva perspectiva. ¿Crees que la falta de "energía" en la interpretación podría estar relacionada con la falta de conexión entre los músicos, o tal vez fue el entorno el que no favoreció la atmósfera necesaria para transmitir la esencia de estas piezas tan complejas?
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