sábado, 13 de diciembre de 2025

DUTOIT, LA ROSS Y UNA AUSENCIA SUPERADA CUM LAUDE

Gran Selección. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Jean-Efflam Bavouzet, piano. Charles Dutoit, dirección. Programa: Obertura El carnaval romano Op. 9, de Berlioz; Concierto para piano en sol mayor, de Ravel; Sinfonía nº 9 en mi menor Op. 95 “Del nuevo mundo”, de Dvorák. Teatro de la Maestranza, viernes 12 de diciembre de 2025


Cada vez que se programa a Martha Argerich, surge la duda de si llegará a buen término la propuesta, tal es la fama que tiene de faltar a sus compromisos. Que esta vez se tratara de una gripe, teniendo además en cuenta su avanzada edad, no nos libra de sospechar otra desgana de la célebre pianista, pues son ya cuatro las veces que ha faltado a su cita sevillana, las dos primeras hace mucho tiempo, y las otras dos el año pasado y ahora. Pero eso no justifica la desbandada de público, que pasó del lleno absoluto a una considerable cantidad de huecos en todas las zonas del Maestranza.

Sólo el postureo, poder decir que se ha visto y escuchado a la Argerich, podría justificarlo, y eso resulta bastante triste y miserable. Al fin y al cabo, el programa seguía siendo el mismo, precioso aunque recurrente, y la presencia de Charles Dutoit al frente de nuestra sinfónica debía merecer toda nuestra atención e ilusión. La ROSS necesita de vez en cuando que grandes nombres la dirijan. Las temporadas de abono se nutren de muy buenas batutas, pero la orquesta necesita para su proyección y para descubrir un mayor potencial, aquellos grandes nombres que con iniciativas como ésta puedan ir situándola en estadios de mayor calado y categoría.

La desbandada de ayer fue un insulto a la orquesta, al teatro y a un director tan ilustre, afamado y legendario como Charles Dutoit, no digamos al estupendo pianista que sustituyó a la Argerich, y que gracias al merecidísimo largo aplauso que recibió del público asistente, podrá cosechar un buen recuerdo de esta ciudad, a veces tan ingrata como para incumplir sus obligaciones con la cultura, evidenciando de paso su ignorancia.

Control y dominio raveliano

Charles Dutoit respetó la disposición habitual de los y las integrantes de la orquesta. Tras una efusiva, delirante y divertida obertura de Berlioz extraída de pasajes de su ópera Benvenuto Cellini, bajo el título de El carnaval romano, en la que Dutoit evidenció su buena forma y propensión a sacar músculo y lograr un sonido compacto y matizado de la orquesta, llegó el turno del generoso pianista también francés.


Jean-Efflam Bavouzet está reconocido como un especialista en Ravel, por lo que su elección para interpretar el Concierto en Sol de Ravel no pudo ser más acertada. De hecho, la suyo fue una interpretación depurada, meditada y profundamente intelectual de la pieza. Tocó de memoria, como Dutoit, que no necesitó partitura en ninguna de las tres piezas del concierto. Fue rotundo, enérgico y contundente sin resultar mecánico ni forzado, en el allegro inicial, que Duotit entendió como una gran broma musical, juguetón a base de alegres toques de tambor, y con un solo hipnótico y alucinante del arpa, que Daniela Iolkicheva logró hacer sonar en pianissimo con efectos fantasmagóricos. No faltó ese toque jazzístico que impregna la partitura, a la que Bavouzet se adaptó con mucha frescura y naturalidad.

En el adagio, Bavouzet defendió su larga introducción con sensibilidad y muy buen gusto, sin resultar empalagoso, a lo que el corno inglés de Sarah Bishop se adhirió con una capacidad poética indiscutible. Atento a cada cambio de registro, el pianista francés sacó brillo de cada nota de esta preciosa y evocadora página musical. El presto final fue un dechado de fuerza, energía y efusividad, que Duotit manejó con maestría y sentido dinámico, a lo que la orquesta respondió con marcados acentos y ese sonido de la cuerda grave tan característico que tanta personalidad le otorga. En la propina, Bavouzet interpretó un Preludio en la menor seguido de la tocata de Le tombeau de Couperin en la que dejó constancia de su vertiginoso virtuosismo y fuego interno.


Una Sinfonía del nuevo mundo en modo narrativo

Tanto el concierto de Ravel como esta Sinfonía nº 9 de Dvorák son piezas muy difundidas y frecuentemente interpretadas. Pero son tan maravillosas que se podrían escuchar en bucle sin cansarse. Nuestra orquesta no es la excepción, y la del nuevo mundo la ha interpretado infinidad de veces. Lo sorprendente es que todavía se puedan descubrir nuevas cosas merced a una interpretación tan matizada y lujuriosa como la que nos brindó Dutoit al frente de una muy estimulada Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.

Con unos metales que, a excepción de alguna breve entrada en falso, resultaron épicos y refulgentes, todo el recorrido por la sinfonía de Dvorák resultó una fiesta para los sentidos, que comprobaron no sólo la grandeza de su literatura estrictamente musical sino también su particular narrativa, de forma que en las manos expertas de Dutoit cada movimiento parecía contarnos una historia, como si lograra extraer de la música un significado intrínseco, una fuerza interior que alimentara nuestros instintos. Algo que el director logra dirigiéndose a los y las intérpretes de forma directa, como si hablara con ellos y ellas, mirándoles fijamente y exigiéndoles ese máximo rendimiento con el que nos regalaron una página inolvidable e irrepetible de su orgullosa carrera.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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