Sinfónico 6: Tutto Mozart. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Leonor Bonilla, soprano. Jan Willem de Vriend, dirección. Programa: Obertura de Lucio Silla, K.135; Popoli di Tessaglia! Io non chiedo, eterni Dei, K.136; Adagio y fuga en Do menor, K. 546; Vorrei spiegarvi, Oh Dio!, K. 418; Ah se in ciel, benigne stelle, K. 538; Sinfonía nº 41 en Do mayor, K. 551 “Júpiter”, de Wolfgang Amadeus Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 4 de diciembre de 2025
El
sexto programa de abono de temporada
de la Sinfónica se inscribe también en esa programación lírica del Maestranza,
con la intervención estelar de la
soprano sevillana Leonor Bonilla, consolidada ya como gran estrella internacional,
cuyas generosas aptitudes quedaron fehacientemente demostradas en un programa tan exigente como el
diseñado por Macías y el equipo responsable de la orquesta. La propuesta es un Todo
Mozart, o quizás más bien un Sólo
Mozart, pues gramaticalmente todo
respondería más bien al inabarcable catálogo completo del compositor, mientras sólo se circunscribe a una selección del único autor en el
programa.
De
cualquier forma, una obertura operística, tres arias de concierto, una pieza de
juventud y su última y grandísima sinfonía, dan buena muestra del arte y la estética inconfundiblemente mozartiana.
A la batuta, el trabajo del holandés Jan
Willem de Vriend se antojó robusto, entusiasta y muy atento a cada
inflexión de la orquesta, así como respetuoso frente a las de la voz, una
Leonor Bonilla quizás en su mejor
momento, muy madura y capaz de enfrentarse a los retos más difíciles y
salir triunfante.
Un
talento que ha crecido ante nuestros ojos y oídos
Tenemos
la suerte absoluta de haber sido testigos
de la extraordinaria evolución de esta joven soprano sevillana, desde su
triunfo en el Certamen Nuevas Voces de Sevilla hasta su jocosa participación en
El califa de Bagdad de Manuel García hace apenas dos meses, pasando por
aquella Lucia di Lammermoor en 2018 y
los recitales y galas con las que nos ha acompañado en varias veladas felices. La de anoche, que se repite hoy, se suma a
todas ellas con un concierto de enorme calidad y calado entre la afición, que no dudó en ovacionar hasta el infinito el
talento de su voz y encanto.
Popoli di Tessaglia! es un aria concebida para incluirse en la
ópera Alceste de Gluck, pero de tal
complejidad que rara vez lo hace, de forma que se ha reservado para concierto y voces muy atrevidas, como la de Bonilla,
que logró salir airosa de tan difícil misión. La pieza, una combinación de recitativos y arias de considerable duración, ofrece ocasiones de sobra para el lucimiento, pero también notas de
muy difícil resolución que Bonilla afrontó de forma lúcida y brillante. A esa
dificultad técnica superada hay que añadir la
enorme belleza de su voz y el gusto exquisito con que la entona.
Con
extrema delicadeza y un cuidado
extraordinario en los acentos, entonó la muy melódica Vorrei spiegarvi, otra aria de concierto destinada a una ópera
ajena, en la que la desesperanza por amor cobra un sentido especial a través de
la belleza de la línea melódica,
maravillosamente defendida por la rutilante y estupendamente ornamentada voz de
la soprano, y siempre con la complicidad de la batuta. En Ah se in ciel, benigne stelle es su exigente coloratura lo que puede poner en jaque a la cantante,
mientras se debate entre el amor y la muerte. Bonilla empleó todos los recursos
posibles para conseguir una
interpretación vertiginosa y exuberante de la pieza, siempre bajo la mirada
atenta y el respeto absoluto que desplegaron el director y la orquesta, con
especial mención a los bellísimos solos
del clarinete acompañando la estremecedora melodía.
Una batuta informada y elegante
En
el primer encuentro de Jan Willem de
Vriend con la Sinfónica, sus ademanes enérgicos y entusiastas recibieron
una óptima respuesta por parte de una orquesta que aunque reducida a la treintena de integrantes, sonó con una suntuosidad
increíble. Así pudimos comprobarlo en la vivaz primera parte de la obertura de
la ópera de juventud Lucio Silla,
mientras en la segunda desplegó todo su encanto y armonía, para regresar al ímpetu y la voracidad en la
tercera y conclusiva.
Más
singular nos pareció el Adagio y fuga K.
546, un particular homenaje a la
gramática bachiana que juega en bucle y recrea sonoridades en espiral que
se van superponiendo, con especial énfasis en una cuerda grave que da mucho cuerpo a la partitura. La respuesta
aquí de director y orquesta fue también impecable.
Por
muchas veces que escuchemos la Júpiter
de Mozart, nunca nos cansaremos de hacerlo. Los primeros acordes nos parecieron abruptos, secos y acelerados, temiendo
que la interpretación históricamente informada, siguiendo la tercera vía de los
instrumentos modernos, fuera a disgustarnos por sus marcados acentos y dinámicas muy contrastadas. Sin embargo, la
sinfonía deambuló con fluidez y soltura, vibrato reducido, planos sonoros muy bien diseñados y
matices en los que se vislumbró una
especial elegancia para afrontar tan archiconocida pieza. En consecuencia, nos gustó este
director holandés implicado en varias formaciones de prestigio europeas y
asiáticas.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía


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