lunes, 16 de enero de 2017

CONCIERTO DE CÁMARA DE LA ROSS CON DESIGUAL EMPEÑO

4º concierto del ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Branislav Sisel, violín. Jerome Ireland, viola. Alice Huang, violonchelo. Matthew Gibbon, contrabajo. Sarah Bishop, oboe y corno inglés. Félix Romero Ríos, clarinete. Programa: Cuarteto para corno inglés, violín, violonchelo y contrabajo, de M. Haydn; Cuarteto para clarinete en Mi bemol mayor Op. 69, de Krommer; Quinteto para oboe, clarinete, violín, viola y contrabajo Op. 39, de Prokofiev. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 15 de enero de 2017

Sarah Bishop
Dicen que este lunes es el día más triste del año, supuesta conclusión de un estudio que analiza una serie de parámetros que aunque guardan cierta lógica no inspiran ser sino otra estrategia para aborregarnos todavía más. El mismo estudio asegura que escuchar música ayuda a sobrellevar el día con mejor espíritu. Si asistieron al concierto de cámara del domingo anterior puede que experimenten esa mejoría, en el caso de que efectivamente este lunes se les haga cuesta arriba. Y es que dentro de su rareza o escasa difusión, el programa elegido fue muy propicio para generar un efecto tanto de relajación como de optimismo, que los maestros y maestras de la Sinfónica ofrecieron poniendo para ello mayor o menor empeño según qué piezas.

El mejor parado fue el original y patético Quinteto de Prokofiev para una insólita formación que reúne oboe y clarinete con toda la familia de la cuerda excepto el violonchelo. Una pieza que el compositor ruso escribió por encargo del coreógrafo Boris Romanov para una humilde producción sobre la vida en el circo titulada Trapecio. El ballet no tuvo mucha repercusión pero su música encontró vida propia como pieza de concierto. En ella descubrimos al Prokofiev más irónico y guasón. En su tema principal se conjugan los pizzicati y glissandi de la cuerda con la melodía en los vientos. El conjunto acertó a marcar su carácter grotesco en el andante energico, así como la inestabilidad del allegro sostenuto, haciendo en todo caso un adecuado uso del color y la politonalidad. Así mismo plasmaron la monotonía del adagio pesante, y el virtuosismo saltarín del allegro precipitato, donde destacaron las cadencias de Félix Romero al clarinete. El final tumultuoso encontró eco en un espléndido trabajo dialogante de todos los instrumentos convocados.

Nos aventuramos a asegurar que esta feliz interpretación fuera fruto de un trabajo concienzudo que quizás no se aplicara a las otras dos piezas programadas, afines al clasicismo contemporáneo de Haydn y Mozart, especialmente un Cuarteto para corno inglés del hermano menor del primero que evidenció desajustes y salidas de tono en la cuerda, especialmente el violín, desluciendo a la siempre eficiente Sarah Bishop a la madera. Mejor resultó el Cuarteto Op. 69 del prolífico y hoy desconocido Franz Krommer, con especial mención para el clarinete y la musculatura que en él impregnó la cuerda grave. Dos piezas llenas de encanto y ligereza aunque poco memorables.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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