domingo, 29 de enero de 2017

VIVIR DE NOCHE Un gángster diferente tratado de forma clásica

Título original: Live by Night
USA 2016 129 min.
Guión y dirección Ben Affleck, según la novela de Dennis Lehane Fotografía Robert Richardson Música Harry Gregson-Williams Intérpretes Ben Affleck, Sienna Miller, Zoe Saldana, Elle Fanning, Chris Cooper, Brendan Gleeson, Chris Messina, Remo Girone, Robert Glenister, Matthew Maher, Max Casella, Miguel J. Pimentel, Anthony Michael Hall Estreno en Estados Unidos 13 enero 2017; en España 27 enero 2017

Las novelas y relatos de Dennis Lehane han seducido a Clint Eastwood (Mystic River), Martin Scorsese (Shutter Island), Michaël R. Roskam (La entrega) y Ben Affleck (Adiós pequeña adiós), que repite ahora con esta historia de gángsters no del todo convencional. Y es que su protagonista es en cierto modo un buen hombre al que las circunstancias, y especialmente una cruenta experiencia en el campo de batalla durante la 1ª Guerra Mundial, le ha llevado a delinquir y de ahí a prestar sus servicios a la escoria de la mafia. Affleck demuestra una vez más su habilidad para contar historias, muy por encima de su faceta como actor, donde exhibe registros planos y sin matices. Recupera el estilo para hablar del crimen organizado que tan bien le fue a Brian de Palma en Scarface y Los intocables de Eliot Ness, y de paso revisita el cine del género que se cultivaba en plenos años treinta, época que retrata la película, cuando Howard Hawks, Mervyn LeRoy o William A. Wellman firmaban grandes películas al servicio de Paul Muni, George Raft y James Cagney. Pero su estilo resulta demasiado aseado, como si vestuario y decorados, aunque espléndidos, fuesen demasiado obvios y faltos de verosimilitud, a la vez que nos regala momentos impactantes, pocas veces vistos, como una vertiginosa persecución de coches antiguos haciendo uso de la mejor y más avanzada tecnología. El ritmo y la estructura narrativa es satisfactoria, mientras por delante de nuestros ojos va desfilando un magnífico reparto, la luminosa fotografía de Richardson contrasta con la nocturnidad del título, y la música de Gregson-Williams nos sumerge en el aire melancólico que transpira una propuesta que se ve con interés pero sin entusiasmo.

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