domingo, 29 de enero de 2017

MÚLTIPLE de trastorno (el del director por cada espectador/a)

Título original: Split
USA 2016 116 min.
Guión y dirección M. Night Shyamalan Fotografía Michael Gioulakis Música West Dylan Thordson Intérpretes James McAvoy, Anya Taylor Joy, Betty Buckley, Haley Lu Richardson, Jessica Sula, Brad William Henke, Izzie Coffey, Sebastian Arcelus, Neal Huff, Ann Wood Estreno en Estados Unidos 20 enero 2017; en España 27 enero 2017

M. Night Shyamalan siempre será gratamente recibido en nuestra memoria de apasionados al cine, y nada mejor que el thriller para generar pasiones, que es el género que él ha cultivado mayoritariamente. Pero la magia y el talento que exhibió desde El sexto sentido a El incidente, seis estimables películas, algunas excelentes, en las que utilizó el género como metáfora para hablarnos de asuntos más trascendentales, no se ha vuelto a repetir ni en La visita ni en esta película que tan bien parece haber sido recibida en círculos entendidos. El director de Señales nunca se ha conformado con hacer cosas convencionales; cuando se atrevió con los superhéroes decidió darles la vuelta y explorar su lado más perverso y oscuro. Así ocurrió en El protegido y parece querer volver a probar en esta película en la que pretende hacer psicoanálisis a propósito de la identidad múltiple, sin renunciar al elemento fantástico. Pero cualquier cineasta serio y comprometido sabe que hasta para hacer cine fantástico hay que convencer, y ni la interpretación histriónica de McAvoy, que le acerca más a un payaso que a un enfermo con trastorno de identidad disociativo, ni los parámetros sobre los que se asienta el disparatado guión de Shyamalan consiguen convencer ni de lejos. En cambio tenemos a una psiquiatra anciana y solitaria (espléndida Betty Buckley, la entrañable matriarca de Con ocho basta) que atiende a un paciente manifiestamente peligroso en su casa, unas chicas que afrontan un secuestro de la forma más absurda posible y sin que la situación genere apenas inquietud más allá de un prometedor arranque, y un desarrollo reiterativo que desemboca en un final esperpéntico. Para colmo juega con una doble narración en la que quiere indagar en cómo unos traumas similares afectan de una forma (lúcida) u otra (trastorno) según a quién afecte. Demasiada ambición para tan confuso experimento. La música de James Newton Howard y un cameo al final de la película pretende darnos las claves de lo que nos ha contado el director, pero lo cierto es que el espectáculo nos ha irritado considerablemente de principio a fin.

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