martes, 27 de octubre de 2020

REGRESO A HOPE GAP Otra mirada misógina al matrimonio

Título original: Hope Gap
Reino Unido 2019 100 min.
Guion y dirección
William Nicholson Fotografía Anna Valdez-Hanks Música Alex Heffes Intérpretes Annette Bening, Bill Nighy, Josh O’Connor, Aiysha Hart, Ryan McKen Estreno en el Festival de Toronto  6 septiembre 2019; en Reino Unido 28 agosto 2020; en España 23 octubre 2020


Se puede comprender que esta película haya recibido tantos elogios por parte de una crítica cada vez más rancia y apegada a los valores tradicionales e impuestos. Su ambientación en espléndidos paisajes rurales y costeros ingleses, mayormente en primavera y verano, que todo luce más, su vocación teatral con personajes bien delimitados, un guion preciso con indisimulada tendencia a la verborrea, y unos intérpretes solventes, unido a un tema de esos que se consideran maduros y reflexivos, aunque nada original como es la disolución de un veterano matrimonio, hacen que cualquiera pueda rendirse a sus pies. 
Que William Nicholson haya escrito algunos guiones memorables como Tierras de penumbra o Gladiator, no impide que nos encontremos también ante el autor de los poco lúcidos libretos de películas como El primer caballero o Everest, además de ser el artífice de la adaptación cinematográfica del musical Los miserables.

Como director tan solo tiene un largometraje anterior en su haber, un producto de época olvidado y olvidable que se tituló A la luz del fuego y protagonizó Sophie Marceau en 1997. Que ahora vuelva a ponerse tras la cámara para contarnos esta historia con tintes autobiográficos en el que Josh O’Connor adopta como hijo del matrimonio en crisis la posición del propio director, no es por todo lo referido algo que debamos recibir con júbilo. Y efectivamente a este cronista le ha molestado especialmente porque volvemos a los estereotipos de siempre, al esposo flemático, racional y emocionalmente equilibrado, capaz de, en su sensatez, elucubrar filosofías de vida más progresistas y racionalistas, a todo lo cual se une el hijo responsable y abierto de mente, a pesar de su búsqueda incesante de la felicidad a través de la vida en pareja.

Por el contrario, a ella, una Annette Bening en su línea habitual, correcta y digna sin más, le queda el desagradable papel de interpretar a la esposa despechada, histérica, insufrible, posesiva y obsesiva, intelectualmente refinada pero malograda por una malsana influencia religiosa, lo que le lleva a mantener esa esperanza a la que alude el título de la película, a la vez nombre del paraje donde viven estos desdichados personajes. Esta esposa abandonada no encuentra en todo el reparto otro carácter femenino que le dé equilibrio, tan solo la breve aparición de la nueva pareja del esposo. Si solo hubieran tenido una hija, capaz de ofrecer una nueva y más sana mirada del rol de la mujer en la sociedad, en lugar de un hijo, quizás la cosa hubiera mejorado algo. Por el contrario tenemos uno de esos productos de qualité inglesa que tan bien saben vendernos y tan generosamente fagocitamos en este lado del planeta, más temperamental y apasionado, como si del culmen de la elegancia se tratara.

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