martes, 13 de octubre de 2020

EXPLOTA EXPLOTA La Carrá se merecía otra cosa

España-Italia 2020 116 min.
Dirección
Nacho Álvarez Guion Eduardo Navarro, David Esteban Cubero y Nacho Álvarez Fotografía Juan Carlos Gómez Música Roque Baños Intérpretes Ingrid García Jonsson, Verónica Echegui, Fernando Guallar, Pedro Casablanc, Fernando Tejero, Natalia Millán, Giuseppe Maggio, Fran Morcillo, Carlos Hipólito Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2020; en salas comerciales 2 octubre 2020


Prueba evidente de que para hacer buena comedia hay que derrochar talento es esta película que se suma a la gran cantidad de bodrios que se hacen en este país bajo el género, y que se remonta a los años más casposos de nuestra cinematografía, las del landismo de los sesenta y setenta que hoy son carne de Cine de barrio. Pero el debut en la dirección del uruguayo Nacho Álvarez va más allá, porque prorroga también otra práctica muy habitual en nuestro cine, que es imitar al cine más comercial americano pero sin la gracia para sacar el máximo partido al conjunto de sus talentos, y quedándose siempre en la superficie, sin ambición ni fuerza.

Las canciones de Raffaella Carrá, que saltaron a nuestra televisión en 1975, cuando la caída del régimen estaba muy próxima, son el pretexto para hacer comedia como las de Abba lo fueron para Mamma Mia!, mientras la trama romántica, los colores y algunos detalles de la puesta en escena parecen invocar directamente a La La LandTanta pretensión como la que tenían Marisol, Rocío Dúrcal o Pili y Mili en los sesenta para emular los musicales americanos, aunque fueran los de Disney, algo en lo que los yanquis son maestros indiscutibles. Perdonamos las coreografías medidas y raquíticas de El otro lado de la cama porque su parte cómica y romántica funcionaba y había química entre sus protagonistas, pero en esta película son tan ridículas como el resto de la función. Querer hacer balance de la censura en televisión durante los estertores del franquismo merece un poco más de rigor y seriedad, y no reducirlo a una farsa sin gracia ni contenido crítico, más próximo a la gacetilla de pueblo que siquiera a una revista como las que protagonizaba Lina Morgan.

Álvarez no sabe qué hacer con sus personajes, que ni enganchan ni interesan, lo que en casos como el que interpreta Natalia Millán son una verdadera pena, porque el suyo debería haber derrochado carisma y candor, y sin embargo se queda como el resto, en la anécdota y la impostura. García Jonsson sigue sin encontrar su lugar, y los galanes son de vergüenza. En todo este batiburrillo sonrojante lo único que sobresale es el talento camaleónico de Verónica Echegui, otro ejemplo de que nuestro cine no sabe valorar a quienes realmente lo merecen. Ella sabe dar a su personaje el toque folclórico murciano que demanda sin resultar estridente, sino simplemente graciosa. Pero entre situaciones de sainete, aeropuertos de andar por casa y paseos en vespa por Roma, saludando a alguien muy especial, Echegui se tiene que agarrar a un palo ardiendo para no salir tan mal parada como el resto del elenco. Y comparan esto con Jacques Demy y Almodóvar, cuando no consigue ni plasmar la espectacularidad que otros como Álex de la Iglesia han sabido impregnar a títulos como Mi gran noche.

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