lunes, 6 de junio de 2022

WOZZECK CIERRA UNA BRILLANTE TEMPORADA EN LES ARTS

Wozzeck, de Alban Berg. James Gaffigan, dirección musical. Andreas Kriegenburg, dirección escénica. Con Peter Mattei, Eva-Maria Westbroek, Andreas Conrad, Franz Hawata, Christopher Ventris, Tansei Akzeybek, Alexandra Ionis. Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats, Cor de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Producción de Bayeische Staatsoper y New National Theatre (Tokio). Palau de Les Arts de Valencia, domingo 5 de junio de 2022


Asistimos a la última de las cinco funciones programadas por Les Arts de la célebre ópera de Alban Berg Wozzeck, para constatar la envidiable respuesta de público que tiene esta ciudad, lo que le permite cerrar temporadas tan brillantes y abrir otras que no lo son menos, como la que ya se ha anunciado para la próxima. Coincide esta anhelada producción en la ciudad del Turia con la que se ofrece simultáneamente en el Liceo de Barcelona. Tanto tiempo deseando reencontranos con este título fundamental de la lirica del siglo XX, todavía moderna y vigente, y ahora tenemos que repartirnos para disfrutarla, o hacerlo los y las más privilegiadas, dos veces casi seguidas. Optamos por Valencia por proximidad sentimental y porque la producción del Bayerische Sataatsoper liderada por el prestigioso director escénico también alemán Andreas Kiregenburg, funcionada casi como una garantía de éxito. Tener al casi legendario barítono sueco Peter Mattei como protagonista, y redescubrir a la soprano holandesa Eva-Maria Westbroek, de quien ya disfrutamos en Lady Macbeth de Mtsensk hace años en el Real, son otros de los alicientes de una producción que se mantiene muy fiel al espíritu y el universo retratados por Berg en su sofocante y pesimista ópera, tanto que echamos de menos algo de puesta al día en un tema tan espinoso y dramático como la violencia de género.
 
Kriegenburg se mantiene fiel a la letra y nos ofrece a un asesino desdichado, víctima de la miseria y la falta de oportunidades (arbeit, trabajo, y geld, dinero, gravitan innecesariamente escritos en alemán sobre pancartas hechas a mano o sobre las paredes de la triste morada de la víctima del protagonista, pues parece que en su título vernáculo todo suene más contundente, con más fuerza y decisión). La maldad imperante a su alrededor, personificadas en un capitán y un doctor que cantantes-actores y director tratan como si de personajes de Terry Gillian se tratara, y esa miseria apuntada, potenciada por un momento de crisis tan fuerte como la que sufrió Europa tras la Primera Guerra Mundial, parecen querer seguir justificando conductas inaceptables, más ahora que hemos abandonado la teoría del crimen pasional y el trastorno del pobre desdichado que mata por amor y celos. Nada aquí parece pretender poner al día este drama tan grave y delicado, todo lo contrario se hace poblar de figurantes, miembros del coro fudnamentalmente, ataviados como si de pacientes de un centro psiquiátrico se tratara. Apenas podemos sin embargo objetar nada a esta decisión, por cuanto encaja a la perfección con la literatura dramática y musical de su autor y su época; nuestra inteligencia y supuesta educación se ha de encargar en estos casos de aceptar la propuesta con la relatividad que merece.
 
La puesta en escena es espectacular a la vez que sencilla, con un escenario dentro del otro, que se acerca y aleja, con el único inconveniente de que cuando sus personajes cantan dentro de él la potencia orquestal es más proclive a eclipsar sus voces. Sin embargo solo como excelente podemos definir la dirección del titular de la espléndida orquesta valenciana, el neoyorquino James Gaffigan, atento a todos los matices e inflexiones dramáticas de una partitura rica en simbolismo y expresividad. Igualmente ejemplar podemos considerar el trabajo de Mattei, profuso en pasajes declamados que el barítono salva con mucha potencia y muy buena proyección. Pero quien realmente destacó fue la Marie de Westbroek, a quien no en vano el autor reserva los pasajes más líricos y románticos. Su voz rotunda y apasionada se deslizó con fluidez y rutilantes agudos, una proyección sobrada y un carácter dramático muy solvente, mientras Conrad, al parecer aquejado de cierta falta de salud y no por eso mermado en capacidades, y Hawlata salvaron con buena nota el componente más cómico y decididamente grotesco de una función en la que también destacó el magnífico trabajo del Coro de la Generalitat y de los niños de la Escolanía de la Madre de Dios de los Desamparados, así como el excelente trabajo de iluminación de Stefan Bolliger.

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