jueves, 2 de junio de 2022

RUSOS EJEMPLARES PARA UN DEBUT Y UNA SOLUCIÓN

Concierto extraordinario de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en colaboración con Juventudes Musicales de Sevilla. Javier Comesaña, violín. Juan Pérez Floristán, piano. Alfonso Casado, director. Programa: Concierto para violín en Re mayor Op. 35, de Chaikovski; Concierto para piano nº en Do menor Op. 18, de Rachmaninov. Teatro de la Maestranza, miércoles 1 de junio de 2022


Ayer fue el día de la ROSS. La formación presentó su trigésimo tercera temporada y se entregó con ahínco y profesionalidad a una nueva colaboración con Juventudes Musicales de Sevilla, tras la buena acogida que tuvo la propuesta
el año pasado. En cuanto a la nueva programación de la orquesta, no nos parece válido justificar la repetición sistemática de títulos tantas veces interpretados con el fin de recuperar público y atraer nuevos correligionarios tras un par de temporadas en las que el aforo del Maestranza se ha visto seriamente mermado. Más bien se nos antoja una medida que espanta al público fiel, que se cuestiona así seguir acudiendo a conciertos que de algún modo representan cierto déjà vu. Una combinación de programas novedosos y otros populares sería más apropiado dadas las circunstancias, de lo contrario sería como si todos los años estrenasen más o menos las mismas películas, ¿quiénes irían a verlas?

Hecha esta pequeña reflexión, la de anoche estaba destinada a ser el debut en el Maestranza de dos interesantes y prometedores artistas jóvenes, el alcalareño Javier Comesaña y el albaceteño Pedro López Salas, de la mano de Juventudes Musicales, que cumple así uno de sus cometidos principales, la promoción de nuevos valores. Sin embargo, una enfermedad repentina obligó en el último momento a abandonar al segundo, lo que sin duda habrá provocado una profunda y dolorosa frustración en el joven pianista, que esperemos la orquesta y el coliseo puedan remediar en un futuro muy próximo. La suerte quiso que otro sevillano, este sí con una carrera fructífera y afianzada a sus espaldas, Juan Pérez Floristán, se encontrase en la ciudad tras desembarcar en ella desde Munich para presentar la temporada de la que él es artista residente. Su madurez y profesionalidad le llevó a aceptar el reto de sustituir a López Salas apenas repasando de un vistazo la partitura asignada, con los buenos resultados esperables, si bien apreciándose su intención de no deslumbrar ni eclipsar de ninguna manera la que debía ser la noche de Comesaña, lo que se tradujo en una interpretación del segundo de Rachmaninov acomodada en una gramática impoluta, un fraseo fluido y elegante y una extrema delicadeza melódica, pero sin caer en florituras ni exhibición de virtuosismo extremo. Su versión de Rachmaninov estuvo henchida eso sí de aliento poético y vuelo lírico, aunque a menudo sobrepasada por un peso orquestal excesivo, dejando en evidencia que faltara más tiempo para llegar a un mayor entendimiento entre él y la batuta, un Alfonso Casado que regresó a su tierra para dejar claro que se puede enfrentar al repertorio clásico con la misma solvencia con la que lo hace en el ligero, con el que se ha creado un merecido puesto en los escenarios del West End londinense.

La combinación de un pianista y un violinista, base estructural del concierto del pasado año, fue también la del presente, con un espléndido Javier Comesaña protagonizando la primera parte del concierto, tras haber disfrutado de su incontestable sensibilidad musical en otros espacios como las Noches del Alcázar y la Sala Chicarreros, también entonces de la mano de Juventudes Musicales. Su debut en el Maestranza estuvo precedido de los importantes premios obtenidos en certámenes como el de Jascha Heifetz o Joseph Joachim, cuyo segundo premio le permitió lucir un valioso violín del siglo dieciocho con el que logró una interpretación magistral del concierto de Chaikovski. Tras dejar claro su dominio del instrumento y entregarse a largas y afinadas frases que añadieron una importante traza de elegancia a su interpretación, Comesaña cuidó en extremo todos los detalles de la partitura, sin esa exhibición de virtuosismo a menudo gratuito con la que muchos rubrican su cometido, lo que se hizo patente en cadencias muy bien informadas y primorosamente construidas, que embellecieron su visión de una página tan asentada en el acervo popular. La naturalidad y la fluidez fueron los claros detonantes del éxito cosechado con esta emblemática partitura, a la que la batuta de Casado se plegó con idéntica resolución, controlando todos sus aspectos y extrayendo de cada solista y familia el sonido más terso y adecuado a la situación. El andante dolce de una de las sonatas de Prokofiev sirvió al artista de Alcalá de Guadaira para redondear su mágica noche de debut en el Maestranza y dejar a sus patrocinadores a la altura que merecen.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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