martes, 9 de diciembre de 2025

MÚSICA Y RISAS ASEGURADAS EN UN BARBERO ZARZUELERO DE ANTOLOGÍA

El barbero de Sevilla. Música de Gerónimo Giménez y Manuel Nieto. Libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios. Elena Martínez, dirección musical. Marta García-Morales, dirección escénica. Inmaculada Crespo, sastrería y vestuario. Cristina Criado, maquillaje y peluquería. Alejandro Rull, adaptación del libreto. Javier Sánchez-Rivas, producción ejecutiva. Francisco Guerrero, presidencia institucional. Orquesta Titular de la Compañía Sevillana de Zarzuela. Con Soraya Méncid, Luz Gutiérrez, Marta García-Morales, Javier Sánchez-Rivas, Julio Nomdedeu, Amando Martín, Carlos Ortega y Joaquín Caballero. Producción de la Compañía Sevillana de Zarzuela. Espacio Turina, lunes 8 de diciembre de 2025

Nomdedeu, Gutiérrez y Méncid

Tres llenos absolutos ha experimentado este nuevo montaje de la Compañía Sevillana de Zarzuela del inefable Javier Sánchez-Rivas. Un éxito que anima a mantener y extender esta empresa en la que el entusiasmo y, sobre todo, el cariño han cimentado un triunfo absoluto en el panorama musical y teatral de la ciudad. La compañía ocupa ese espacio tan necesario del que la intelectualidad recurrente le ha ido despojando.

Desde que desapareció el Teatro Imperial, antes cine, a la ciudad le falta un lugar donde recalar los sainetes y comedias que antes atendían a una parte importante de la ciudadanía, que acudía al teatro simplemente a reír y entretenerse, sin más pretensión. Es cierto que las salas independientes y algún intento en el antiguo cine Pathé de la calle Cuna, reconvertido en teatro desde los tiempos de Jesús Quintero, han procurado cubrir ese hueco, pero es quizás nuestra compañía zarzuelera la que mejor se ha prestado a satisfacer una demanda que estaba dormida y ha encontrado en ellos y ellas una hábil solución.

Este Barbero de Sevilla se ha montado con mucha gracia y desparpajo en el que, desde el cierre del Lope de Vega, se ha convertido en su casa, el Espacio Turina, como ya lo era de otras formaciones eminentemente sevillanas, como la Barroca, la Bética o los conciertos de cámara de la Sinfónica. Allí incondicionales y personas curiosas pudieron comprobar cómo un género continuamente defenestrado y puesto en tela de juicio por su supuesto toque rancio y casposo, puede satisfacer las más exigentes demandas, tanto en lo teatral como en lo estrictamente musical.

Un trabajo meticuloso de rehabilitación

No es que lo ofrecido este puente de la Constitución haya sido fruto de una reconstrucción, ni histórica ni estructural, sino de una revisión del mítico título de Gerónimo Giménez y Manuel Nieto que acerca su contenido a un público más actual, sin chirriar ni resultar estridente, dejando claro que es en el sainete español en el que se basan fórmulas de éxito como Aquí no hay quien viva, pero sometiéndolo a criterios y delicadezas que lo alejan de la mala baba televisiva.

Sorara Méncid canta Me llaman la primorosa

Pero es que además se han permitido licencias musicales que hacen la propuesta más atractiva, desde introducir como intermedio una versión algo recortada de la célebre obertura rossiniana, hasta incluir con acierto y mucho desparpajo, perfectamente encajadas, piezas también de Giménez, como el cuplé picante El morrongo, que popularizaron Marujita Díaz, Carmen Sevilla y hasta Ángela Molina en la banda sonora de Las cosas del querer, o la Canción del chocolate de la zarzuela La gatita blanca. Luz Gutiérrez entonó el primero con mucha gracia y sentido cómico, mientras Marta García-Morales protagonizó la segunda con picardía y sensualidad, secundada por dos cómicos excepcionales.

La soprano fue una vez más la encargada de poner en escena la obra, aprovechando para ello decorados y figurines del repertorio de la compañía, con el buen juicio de no cambiarla de época, pues no se hubiera entendido entonces aquella miseria de antaño por la que una mujer necesitaba el consentimiento de un padre o un esposo para poder desarrollar una carrera profesional, o aquella vergonzante costumbre burguesa de mantener una amante sin desdeñar una esposa servicial y madre de hijos, o la visión despectiva que se tenía de los y las andaluzas. Su actualidad consiste en mantener vivo el recuerdo de aquella época nefasta que perpetuó el franquismo, y recordarnos que debemos evitar que vuelva.

Pero nada de esto resultó tan evidente como para empañar lo que verdaderamente importa, pasar un rato estupendo en compañía de voces perfectamente educadas y entonadas y un libreto chispeante llevado a tan buen puerto. En lo musical, Elena Martínez demostró una vez más saber cuál es el lenguaje teatral, cómo acompañar y respetar las voces y potenciar el drama, en este caso la comedia, con sentido del equilibrio y la mesura. En este sentido logró además dar relieve a las texturas y matizar los estratos musicales, aunque algún instrumento se fuera de tono. En conjunto, el trabajo de la orquesta, con apenas una veintena de integrantes, fue impecable.

Un reparto perfecto

Sánchez-Rivas, García-Morales y Ortega

Soraya Méncid
, que ha participado en varias de las producciones de la compañía, acude a ésta con el prestigio y la admiración que se ha labrado en los últimos tiempos. En apenas un mes se ha enfrentado a un repertorio de canciones románticas en un recital para el recuerdo, al legado barroco musical del Convento de Santa Clara hace apenas una semana, y ahora al género lírico español por excelencia, más ligero y desenfadado. Una proeza sólo al alcance de las muy profesionales y curtidas. Toda su actuación fue prodigiosa, pero cantar Me llaman la primorosa como lo hizo ella será difícil de repetir, cargada de difíciles ornamentaciones, con varios sobreagudos seguidos y una voz brillante, de precioso timbre e impecablemente entonada.

A su lado no desmerecieron Luz Gutiérrez, excelente comediante y más que competente voz, Julio Nomdedeu, tan divertido como estupendamente entonado bajo, Amando Martín, ideal en su tesitura de barítono romántico, y la siempre sensacional Marta García-Morales dando vida a La Roldán, con un Yo soy la tiple más eminente cargado de sensualidad. Y junto a estas rutilantes voces, el sensacional trabajo cómico de Javier Sánchez-Rivas, cuyas apariciones fueron destilando risas y diestro y siniestro, y el buen acompañamiento de Carlos Ortega y Joaquín Caballero, todos componiendo números de conjunto de incontestable calidad, muy especialmente en ese cuadro final en el que la escena se divide en tres apartados, cada uno congelándose cuando le toca el turno al otro, toda una muestra de frescura y gracia a la hora de resolver una escena cómico-teatral.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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