USA 2012 105 min.
Dirección Timur Bekmambetov Guión Seth Grahame-Smith, según su propia novela Fotografía Caleb Deschanel Música Henry Jackman Intérpretes Benjamin Walker, Mary Elizabeth Winstead, Rufus Sewell, Dominic Cooper, Marton Csokas, Anthony Mackie, Erin Wasson, Jimmi Simpson Estreno en España 31 agosto 2012
Muchos han sido a lo largo de la historia del cine los acercamientos a Lincoln, desde D.W. Griffith (Abraham Lincoln, 1930) a Steven Spielberg (Lincoln, 2012), pasando por John Ford (El joven Lincoln, 1939), John Cromwell (Lincoln en Illinois, 1940) y Robert Redford (La conspiración, 2011). Evidentemente con una propuesta como ésta, cien por cien perteneciente al género fantástico, no vamos a aprender nada de historia, pero puede ser un vehículo idóneo para que el público al que va dirigida, predominantemente adolescente, tan enganchado a las nuevas tecnologías, pueda acariciar cierta curiosidad por el personaje al que retrata, el decimosexto presidente de los Estados Unidos. Un disparate así, de principio a fin, solo se entiende y se justifica en una época como ésta, tan proclive al disparate… y si no que se lo digan a nuestro presidente y su gestión de gobierno a fuerza de decretos impensables hace unos meses. Por eso esta fantasía producida por Tim Burton y dirigida por el realizador ruso responsable de Guardianes de la noche y Wanted, resulta digerible a pesar de sus muchos excesos. Lo primero que llama la atención es su preciosista fotografía, capaz de recrear en movimiento postales de la época, mitad del siglo XIX. Su aspecto visual es sorprendente y novedoso, absolutamente inverosímil, en la línea de toda su propuesta argumental. Sin embargo consigue establecer un claro paralelismo entre la imaginaria labor como cazavampiros del emblemático presidente y su vida real, personajes de su entorno social y familiar incluidos, como su esposa Mary Todd o su amigo Joshua Fry Speed (dicen que más que amigo, porque sobre la más que probada homosexualidad de Lincoln de nuevo nada se apunta), llegándose incluso a identificar sureños con vampiros, quizás en una perversa pero efectiva denuncia del ultraderechismo amenazante en el país frente a la moderación del negro Obama. Escenas como la de la estampida de caballos o el puente con tren en llamas son delirantes en su propio concepto, cuanto más en su brillante pero muy diferente resolución formal. A pesar de todo no ha dejado de irritar al palco, más condescendiente con propuestas convencionales en las que los efectos visuales ayuden más a recrear la realidad, que con éstas tan alejadas de ella. Curiosamente este mismo año ha habido otro film, mucho más modesto, que enfrenta a Lincoln con personajes monstruosos; se trata de Abraham Lincoln vs. Zombies de Richard Schenkman; y a la espera está la adaptación de otro de los disparates de Seth Grahame-Smith, mezclando la iconografía de Jane Austen precisamente con zombies.
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