Guión y dirección Pablo Berger, inspirado en el cuento de los Hermanos Grimm Fotografía Kiko de la Rica Música Alfonso de Vilallonga Intérpretes Maribel Verdú, Macarena García, Sofía Oria, Daniel Giménez Cacho, Ángela Molina, Inma Cuesta, Pere Ponce, José María Pou, Ramón Barea, Emilio Gavira, Oriol Vila, Ignacio Mateos, Pere Vall, Carmen Segarra, Sergio Dorado Estreno 28 septiembre 2012
La buena acogida que ha tenido en el Festival de San Sebastián y la rendición que le ha mostrado la prensa nacional ha debido consolar bastante al realizador de Torremolinos 73, seguramente muy contrariado por el hecho de que tras varios años gestando este proyecto, los franceses se le adelantaran con la muy encantadora y multipremiada The Artist, con la que comparte la originalidad de estar rodada en blanco y negro, muda e imitando el estilo de los pioneros del cine. Más contrariado aún al coincidir en el año de estreno con otras dos versiones del mismo cuento de los Hermanos Grimm, con las que comparte una saludable puesta al día del relato que transforma a la anticuada heroína, sumisa y dependiente, en mujer moderna, decidida e independiente, adecuada a los tiempos modernos. Aunque ambienta la trama en la España cañí de principios del siglo XX y particularmente en un mundo habitado por toreros y folclóricas, con la consiguiente acumulación de tópicos rancios, resulta de las tres adaptaciones la más fiel al original en cuanto a trama y estructura, si bien prescinde de todo elemento fantástico para adecuarse a una propuesta más realista. Lo más destacable de la película es su vocación inevitable de producto visual, algo bastante insólito en una cinematografía como la nuestra que tanto depende de la palabra. En este sentido hay que reconocer que se ha apostado por un producto de impecable factura, sin escatimar medios, reconstruyendo digitalmente incluso la Plaza de Toros Monumental de Sevilla, aquí bautizada como la Colosal. Discutible son algunas de sus soluciones fotográficas, impensables en una época en la que la cámara tenía escasa movilidad, si bien por otro lado aplaudimos otras soluciones estéticas que dan al conjunto un aspecto de cine expresionista y adecuadamente tenebroso, contribuyendo junto a la muy elaborada y expresiva música de Alfonso de Vilallonga, grabada por cierto por la misma orquesta que interpretó la banda sonora de Ludovic Bource para el film de Michel Hazanavicious, a dar al proyecto el cariz indiscutible de drama gótico que su realizador persigue. Sin embargo las comparaciones con The Artist son inevitables, y lo que allí era puro encanto y ligereza, adaptándose perfectamente al estilo retro hollywoodiense que pretendía, las intenciones de dotar a este drama perverso, taurino y grotesco de esa misma estética se hacen más difusas e incomprensibles, apuntando al mero oportunismo y haciendo que el producto se resienta de exceso de artificio, sin que en lo básico la emoción esté suficientemente trabajada, hasta el punto de que no consigue que el espectador empatice con personajes ni situaciones. En el álbum de los disparates de nuestra
Academia del Cine quedará haber seleccionado para representar a España en el Oscar
a la mejor película de habla no inglesa a una película muda.
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