Hubo un tiempo en que el verano daba respiro, a menudo indeseable, a los amantes de la cultura. Hoy afortunadamente las propuestas escénicas, cinematográficas y musicales que alivian el calor de la ciudad han ido creciendo en interés y proporcionan cine clásico en versión original, teatro al aire libre y música de varios géneros a un excelente nivel. El programa del inquieto y muy reconocido historicista Raúl Mallavibarrena no revestía este año mucha novedad después de que el pasado nos visitara con un estimulante concierto en el que medievo y renacimiento se fundían con contemporaneidad popular a través del piano pero siempre con los acentos atentos de la voz, en aquella ocasión la exquisita Rocío de Frutos. Esta vez la operación fue la misma pero con el barroco español y acompañándose de todo un descubrimiento, la voz y la arrolladora presencia escénica de la joven soprano cacereña Delia Agúndez.
Con un programa centrado en nuestro Siglo de Oro, si bien los compositores no revisten la popularidad de quienes destacaron en letras y artes plásticas, quedó patente que nuestra música revestía una singularidad en estilo, melodía y poesía difícilmente comparables, aprovechando el cuatrocientos cumpleaños de Juan Hidalgo, muy vinculado a la Corte y a la Inquisición y a la vez autor imprescindible, por ejemplo, de la ópera más antigua conservada en nuestro país, Celos aún del aire matan. Su estilo expresivo y melancólico de aires italianos encontraron una vía de comunicación perfecta en la voz suave y a la vez potente de Agúndez, de tan perfecta dicción como notable armoniosidad y flexibilidad, en tonos humanos como Mis retirados afectos o Mirar, que Mallavibarrena tradujo al teclado sin traicionar el espíritu original pero acentuando la modernidad de unas notas ya de por sí muy en sintonía con los paladares actuales, tal como explicó muy elocuentemente.
Páginas hermosas y conmovedoras como Hojas traviesas de abril de Sebastián Durón, Romerico de Mateo Romero o El baxel está en la playa se alternaron con solos del pianista en los que sobresalieron su buen gusto y dominio técnico, deglutiendo cada pentagrama para devolverlo nuevo y fresco. Una cita que recordaremos por el descubrimiento, al menos para muchos de los privilegiados que asistimos, de Delia Agúndez, que nos cautivó con su sensualidad, enorme expresividad y total entrega, hasta que en la propina se atrevió con Music for a while de Purcell para demostrar que también a través del suave y meditado lamento sabe conquistar nuestra más sincera e incondicional admiración.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 30 de agosto de 2014
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