USA 2014 89 min.
Dirección Steven Quale Guión John Swetnami Fotografía Brian Pearson Música Brian Tyler Intérpretes Richard Armitage, Sarah Wayne Callis, Matt Walsh, Alycia Debnam-Carey, Max Deacon, Arlen Escarpeta, Nathan Kress, Jon Reep, Jeremy Sumpter Estreno en España 29 agosto 2014
Hace casi veinte años Jan de Bont, habitual colaborador como director de fotografía de Paul Verhoeven, y emancipado director con Speed, realizó Twister, un film de aventuras sobre tornados protagonizado por un equipo de investigación y documentación. Aquella película aprovechaba los primeros grandes avances en la tecnología digital para ofrecer un espectáculo palomitero de impolutos efectos visuales que acababa sucumbiendo a su propio artificio para reducirse a una mera experiencia estética. La misma sensación que desde entonces nos provocan la sucesión de títulos confiados a los efectos especiales que se estrenan en nuestras pantallas, con catástrofes de mayor calado plástico que realista. Los edificios no caen como en 2012, ni las inundaciones son como en El día de mañana, ni las explosiones se parecen a las de Transformers, por poner sólo algunos ejemplos. El desconocido Steven Quale repite la premisa de aquella cinta, confiando de nuevo algunos de los roles principales a un grupo de aventureros y científicos que buscan la explicación a los tornados acercándose al máximo a ellos, y añade otro conjunto de personajes, víctimas de la catástrofe y unidos por el vínculo familiar que siempre funciona en este tipo de producciones. Bien definido cada personaje y perfectamente diseñada su motivación en la trama, la originalidad reside en promocionar la dimensión trágica del desastre, su componente dramático y conseguir involucrarnos en el mismo con carácter de desasosiego y estremecimiento. Conscientes de la sobreexplotación de efectos visuales, se centran en intentar que el realismo gane terreno con secuencias menos depuradas estéticamente pero de mayor impacto emocional, y lo consigue. Su coartada es la grabación documental no sólo de los profesionales, sino de la gente en general, tan entregada hoy en día a fotografiar y grabar todo lo que se le pone por delante. Nos mete directamente en el centro de la tormenta y casi nos hace levantarnos del asiento al ritmo que sus sufridos protagonistas son zarandeados en una lucha vertiginosa contra la muerte, de la que uno de ellos, adolescente, ya huye desde un principio vaticinando cómo será su vida dentro de veinticinco años. Cierto que hay componentes poco creíbles, que pocas magulladuras sufren sus volubles protagonistas, pero el resultado final, tan alejado de la estética del videojuego que hoy impera, nos sumerge en una vorágine de tensión y terror ante lo que es una tragedia de dimensiones gigantescas, aviso ecológico incluido. Lo peor, el pésimo y rutinario doblaje, tan alejado de la intención documentalista del producto, que iguala volúmenes y niveles aunque se encuentren distantes.
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