lunes, 21 de enero de 2019

UNA ROSS INVOLUCRADA EN LA MEJOR MÚSICA DE CÁMARA

Concierto nº 5 del XXIX ciclo de música de cámara ROSS-ELI. Vladimir Dmitrenco y Jill Renshaw, violines. Jacek Policinski y Jerome Ireland, violas. Nonna Natvlishvili, violonchelo. Vicente Fuertes Gimeno, contrabajo. Programa: Sexteto para cuerdas en Re menor, de Borodin; Sexteto para cuerdas de la ópera “Capriccio” Op. 85, de Strauss; Sexteto para cuerdas en Re menor “Souvenir de Florence” Op. 70, de Chaikovski.
Espacio Turina, domingo 20 de enero de 2019

Jacek Policinski
Vladimir Dmitrenco y sus colegas dedicaron este quinto programa del ciclo de cámara a su no ex compañero Jacek Policinski, como así quieren considerar al violista que hace tiempo disfruta de una merecida jubilación pero no duda en involucrarse con el resto de su plantilla cuando las circunstancias lo permiten. Este entusiasmo e implicación pareció informar el concierto, influyendo en sus resultados para que fueran tan brillantes. Paradójicamente cuando más trabajo hay y menos te puedes relajar, los resultados suelen ser más satisfactorios. Sólo así se explica cómo entre un programa tan exigente como el despachado por la Sinfónica el pasado jueves y esa siempre complicada Sinfonía Alpina que les espera el próximo, aún quedasen fuerzas para salir tan airosos entremedias.

Tres sextetos de cuerda integraron el programa, aunque el segundo violonchelo fue sustituido en todas las partituras por un contrabajo, con el fin según explicaron de dar más cuerpo al conjunto acentuando su registro grave. Y ciertamente así fue, logrando rebajar la ligereza del Sexteto de Borodin, compuesto en estilo mendelssohniano al poco de contraer matrimonio, con el fin de agradar a los numerosos amigos alemanes que conoció durante sus innumerables viajes de juventud. Sus dos únicos movimientos conservados disfrutaron de un trabajo grácil y comprometido, armonioso y encantador. El Sexteto de Strauss sirve como introducción u obertura a su ópera de corte intelectual Capriccio, inspirada por Stefan Zweig, cuyas múltiples pretensiones la convierten en una pieza fecunda pero algo artificiosa. Su Sexteto sin embargo es pura delicia, un vehículo sumamente elegante con una paleta de colores y armonías opulenta, y unas texturas instrumentales ricas que los intérpretes supieron salvar con todos sus matices y articulaciones, logrando una recreación vitalista y arrebatadora de la pieza.

Dmitrenco, Ireland, Renshaw y Natsvlishvili
La más extensa de las tres obras, el sexteto Souvenir de Florencia de Chaikovski, inspirada por su estancia en la ciudad italiana mientras componía La dama de picas, y con una estética alegre y desenfadada en las antípodas de la negrura de la ópera, disfrutó del mismo entusiasmo que acusó el autor en su composición. Pareciera que la música fluyese sin esfuerzo, con total naturalidad, abarcando un generoso abanico de emociones y sensaciones, suscitando un enérgico frenesí. Sus líneas elegantes y distinguidas, así como sus voces encadenadas en permanente diálogo, encontraron eco en una interpretación ejemplar, electrizante y desafiante que provocó la más encendida admiración del público.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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