sábado, 26 de marzo de 2011

Estreno absoluto en Sevilla de El cazador furtivo, de Carl Maria Von Weber

Crítica de ópera

EL CAZADOR FURTIVO (Der Freischütz)

Música de Carl Maria Von Weber Libreto de Friedrich Kind
Reparto: Michael König Max Manuela Uhl Agathe Gordon Hawkins Kaspar
Ofelia Sala Aënnchen Rolf Haunstein Kuno Klaus Kuttler Ottokar Bjarni Thor Kristinsson Ermitaño/Samiel Isaac Galán Kilian Inmaculada Águilas, Rocío Botella y Sandra Romero Doncellas. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza dirigido por Iñigo Sampil.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla dirigida por Andreas Spering.
Dirección escénica Achim Thorwald. Escenografía Christian Floeren.
Vestuario Ute Frühling-Stief. Iluminación Gerd Meier.
Producción del Teatro Estatal de Baden en Karlsruhe, Alemania.
Estreno en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. Viernes 25 de marzo de 2011

Escena del Acto Primero

El esfuerzo que en medio de una gravísima crisis económica como la que estamos padeciendo, está realizando el equipo de producción de nuestro teatro de la ópera, alcanza otro punto culminante con el estreno absoluto en la ciudad de la que está considerada como la primera ópera romántica alemana, titulada en nuestro país como El cazador furtivo, si bien esta traducción no guarda ninguna relación con el original Der Freischütz, cuyo significado literal es El disparo libre, lo que teniendo en cuenta la acepción fantástica que las balas libres tienen en el argumento de este drama musical, bien podrían llevarnos a la traducción más fiel de El disparo mágico o encantado. Traer a Sevilla una producción de la prestigiosa ópera de la ciudad alemana de Karlsruhe no es empresa fácil en esta coyuntura de recortes y obstáculos; y menos hacerlo de la mano de un director de más que demostrado talento musical como Andreas Spering, con un reparto en el que encontramos prestigiosas voces que no hace mucho han exhibido sus capacidades en el Teatro Real de Madrid, Manuela Uhl como Marietta en La ciudad muerta de Korngold, y Michael König como Jim en Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny de Weill.

Escena del Acto Tercero
Con esa obsesión del ser humano por limitar en el espacio y el tiempo todo período histórico, corriente cultural o artística, Der Freischütz constituye un antes y un después en la concepción del arte operístico. Supone la primera consideración oficial de una ópera legítimamente alemana, que aglutina aspectos culturales tan arraigados en el acervo germánico como la fascinación por la Naturaleza, con músicas extraídas de la cultura popular, y un referente literario de evidentes connotaciones centroeuropeas, con un especial regusto por la leyenda y la mitología y un clarísimo exponente religioso, todo ello procurando huir de las formas impuestas especialmente por la ópera italiana. Lógicamente hay una ópera alemana anterior a Von Weber, con Mozart (La flauta mágica) y Beethoven (Fidelio) a la cabeza, pero ahora se trata no sólo de nacionalidad o idioma, sino de símbolos nacionalistas y culturales perceptibles. Spering, amplio conocedor de la música barroca y clásica, podría haber optado por una visión que mirase algo hacia atrás, aplicando también en este caso rigores historicistas a una música que no puede evitar reflejar influencias de Haydn y Mozart; pero ha preferido inteligentemente mirar adelante, e incluso muy adelante, procurando destacar las similitudes de ésta con el arte compositivo de Wagner, cuya primera gran ópera de éxito El holandés errante, guarda ciertas similitudes de estructura dramática con Der Freischütz, con la presentación de los personajes femeninos en el segundo acto y la exposición de figuras fantasmagóricas en momentos claves. Cierto que en este sentido Von Weber pierde irremediablemente ante la grandeza del autor de Parsifal, pero su importancia como precursor de la ópera romántica resulta más que evidente. Por eso Spering, que se encontró con una orquesta y un coro en magníficas condiciones, potenció la ampulosidad de la partitura, hizo un uso desprejuiciado del vibrato y extrajo las mejores prestaciones en equilibrio y brillo de una orquesta siempre a punto para proyectar emociones y matices. Del mismo modo funcionó el coro, al que no se le resiste ya ningún registro ni estilo, logrando un empaste y un equilibrio portentosos a lo largo de todo el espectáculo, incluido el Coro de cazadores del acto tercero, que junto a la extensa Obertura constituyen los dos fragmentos que se programan habitualmente como piezas de concierto.

La soprano alemana Manuela Uhl
Manuela Uhl exhibió una hermosa voz de soprano entre lírica y dramática, espesa y de poderosa potencia, si bien erró en articulación y sobre todo en modulación, lo que acabó traduciéndose en la escasa emotividad con la que abordó sus dos oportunidades de lucimiento: El aria Leise, leise, fromme Weise! del segundo acto, y la cavatina Und ob die Wolke sie verhülle con la que empieza el acto tercero. La valenciana Ofelia Sala deslumbró con su voz, de timbre sedoso, enormes agilidades y holgada proyección, que combinó con una interpretación dramática llena de gracia, simpatía y soltura. Menos convencieron los protagonistas masculinos; Michael König se desenvolvió mal dramáticamente, con una permanente actitud pasiva y de pesadumbre, a pesar de que vocalmente sus prestaciones fueron solventes, si bien también deficientes en emoción y sentimiento. Mucho mejor actor se reveló el prestigioso Gordon Hawkins, cuyo generoso volumen desencajó con el poco gusto que ofreció en fraseo y modulación, lo que propició que la canción Hier im ird’schen Jammertal no luciera con la gracia y la agilidad que la caracteriza. Rolf Haunstein evidenció desgaste en la voz, mientras Klaus Kuttler todo lo contrario, unas prestaciones solventes y sobradamente ágiles en una voz estimulante y tonificada. Destacaron con un trabajo impecable las tres solistas del coro que hicieron de doncellas de la novia, así como el joven barítono Isaac Galán en su breve y muy simpática Schau der Herr mich als König! No podemos decir lo mismo del bajo islandés Bjarni Thor Kristinsson, incapaz de modular su amplificada voz con un mínimo nivel de gusto en afinación y articulación. Su doble rol de Ermitaño y del demonio Samiel se solucionó con un convencional disfraz blanco por delante y negro por detrás, ridículo pero atrevido en la intención del director artístico de aunar en una sola persona la doble faceta divina y maligna; el bien y el mal que todos y todas llevamos dentro.

La habitación de Agathe está directamente
basada en este cuadro de Friedrich,
"Mujer asomada a la ventana"
A nivel escénico tenemos que aplaudir la aportación de Achim Thorwald, con la inestimable ayuda del actor Gregor Acuña, sevillano habitual de la escena andaluza y madrileña, que lograron buen teatro, evidente en la alegre fiesta del primer acto, donde las bromas de los campesinos a Max parecían verdaderamente improvisadas, y también en las escenas entre Agathe y Aënnchen, llenas de sincera complicidad. La recuperación de la primera escena, hablada, rechazada en su día por el propio autor, ayuda a comprender el papel protector del Ermitaño frente a Agathe, que se revela como fiel devota del Santo. El público una vez más esperaría decorados hiperrealistas, con bosques frondosos y paisajes idílicos, por eso seguramente hubo abucheos, eso sí tímidos (ya se sabe que los sevillanos no nos atrevemos a dar la nota, al menos conscientemente) a la propuesta sencilla e inteligente de Thorwald y Floeren, consistente en una simple pantalla en la que se reflejaban bosques y cielos, cuya versión en negativo y bocabajo, acompañada de una cruz inversa, evocaba el reino del mal, de la perversión diabólica. Las soluciones plásticas acuñadas en esta gran pantalla recordaron sensiblemente a las pinturas de Caspar David Friedrich, artista también muy vinculado a este florecimiento del arte nacionalista alemán. La famosa escena del Barranco del Lobo, con el aquelarre de Kaspar, estuvo bien resuelta a base de fuegos de artificio y blancos espíritus revoloteando, dando un mágico efecto de película muda al conjunto, aunque hubiera sido preferible algo de inclinación en el escenario que permitiera ver desde abajo los preparativos de la ceremonia. No alcanzamos a entender el significado de las bombillas que a modo de music-hall adornaban el contorno del escenario, pero logramos disfrutar en general con un espectáculo operístico de primer orden y a la altura de los mejores escenarios europeos, nos consta.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Estupenda crítica, y aunque no coincidimos en algunos matices, la suscribo ampliamente. Es una producción más que correcta, en el Maestranza hemos visto otras puestas en escena verdaderamente mediocres. Enhorabuena también por el blog :-)

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