sábado, 20 de octubre de 2018

ANIMALES SIN COLLAR Desaprovechada combinación de temas trascendentales

España-Italia 2018 96 min.
Guión y dirección Jota Linares Fotografía Junior Díaz Música Pablo Trujillo y Vanessa Grande Intérpretes Natalia de Molina, Daniel Grao, Natalia Mateo, Ignacio Mateos, Borja Luna, Mariana Cordero, Mario Tardón Estreno 19 octubre 2018

No hemos sabido encontrar en este debut en la dirección de largometrajes del gaditano Jota Linares con producción de los responsables de Tarde para la ira, el interés que ha suscitado en la mayoría de la desconcertante crítica de este país. Un éxito que no creemos se vaya a corresponder con el público, que sospechamos sabrá identificar en el film sus flaquezas y limitaciones. Y vaya si nos hubiera gustado disfrutar con esta cinta que combina el feminismo latente en Casa de muñecas de Ibsen que la inspira con la corrupción política que domina nuestro país, y concretamente la comunidad autónoma en la que vivimos, así como las dificultades que están teniendo los partidos emergentes para resultar coherentes con sus postulados, más cuando una herencia tan corrompida y otros partidos tan mezquinos y reacios a abandonar su control y poder les acechan. Todo eso tiene cabida en una historia interesante y atractiva sobre el papel, pero que aplicada a la imagen acaba resultando tan pobre y poco convincente. La buena esposa que desde la sombra mueve los hilos que habrán de llevar al marido al éxito y el reconocimiento, tiene en Natalia de Molina una interpretación apagada y decepcionante para lo que nos tiene acostumbrados la joven actriz jienense. Mal contada y peor narrada, con una fotografía tan básica y rudimentaria que provoca sonrojez, Animales sin collar se nos antoja un quiero y no puedo en el que aparecen personajes que no aportan nada (la cineasta Natalia Mateo o el guaperas Borja Luna) mientras otros, como el indispensable Ignacio Mateos, se empeña en recrear ese acento de bajos fondos andaluces que tanto confunde de Despeñaperros hacia arriba y tan poco se adapta al personaje que interpreta. Lástima porque la idea era buena, la crítica necesaria, y la adaptación de Henrik Ibsen, repetidamente subrayada mediante uno de los pasatiempos del político protagonista, tan oportuna como desaprovechada.

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