viernes, 12 de abril de 2019

GHINDIN, AXELROD Y LA ROSS: INTENSA CONMOCIÓN DEL ALMA

XXIX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Alexander Ghindin, piano. John Axelrod, director. Programa: Verklärte Nacht, de Schoenberg; Tod und Verklärung, de Strauss; Concierto para piano nº 3 en Re menor Op. 30, de Rachmáninov. Teatro de la Maestranza, jueves 11 de abril de 2019

Hemos de confesar que el programa propuesto para este noveno concierto de la presente temporada de la Sinfónica era muy de nuestro agrado, lo que se convierte en un arma de doble filo a la hora de exigir resultados y a la vez disfrutar con páginas tan admiradas como asumidas. Bajo el epígrafe Transfiguraciones, Axelrod convocó las dos páginas más célebres y acaso únicas que llevan el término en su título, ambas de fuerte impacto emocional y una estética posromántica considerablemente similar, aunque exijan prestaciones muy distintas del conjunto instrumental, más recogido e íntimo en el caso de Schoenberg, más voluptuoso en el de Strauss. A ellas se sumó el tan transitado como espléndido Concierto nº 3 de Rachmáninov, un desafío para cualquier pianista, aunque paradójicamente sean muchos los que saquen un buen partido de esta memorable página.
 
Estados anímicos y sentimentales
 
Original para sexteto de cuerda, Noche transfigurada, la que muchos consideran primera obra maestra de Arnold Schoenberg, aún en su período tonal, es una interpolación de estados anímicos y sentimientos humanos a partir de un poema de Richard Dehmel que describe el paseo de una pareja de enamorados interrumpido por una dramática confesión que se transforma en una eclosión de emociones bajo la radiante luz de la luna. Axelrod mantuvo una línea firme y constante, con frecuentes giros melódicos y tensiones armónicas, envolvente y atmosférica, con brillantes contrastes entre la cuerda grave y la aguda, optando por una gama de colores pastel que amortiguaron el dramatismo para instalarse en un bálsamo de emociones y cristalizar en una interpretación profunda y emotiva de la inspirada página. Aunque la respuesta del público fue en todo momento atenta y respetuosa, algunos impacientes rompieron la obligada respiración final con sus impertinentes aplausos.
 
Más convencional, dentro de una corrección formal y expresiva impecable, fue la versión que Axelrod y la ROSS ofrecieron de Muerte y transfiguración de Strauss. El poema sinfónico que compuso en 1889 en torno a un hombre en su lecho de muerte y su lucha por alargar hasta el último aliento, encontró eco en los frecuentes cambios de ánimo de una espléndida orquestación aprovechada al límite por los efectivos de la orquesta, llevando a buen término su tránsito de la desesperación a la liberación, de la amabilidad del recuerdo a la acritud del cuerpo enfermo, con pasajes encendidos alternándose con otros de carácter íntimo y desvaído, hasta desembocar en un final rapsódico de inmensa energía.
 
Pianismo sensible y a la vez musculoso
 
Que el Tercero de Rachmáninov sea un concierto complejo técnica y expresivamente es algo que no ha frenado a casi ningún o ninguna pianista a la hora de incluirlo en su repertorio, a menudo servido sin partitura como un gesto de aprehensión total. Desde sus primeros acordes, con ese primer movimiento tan fascinante y melódico, el pianista ruso Alexander Ghindin ofreció una lectura enérgica y musculosa, con una tendencia a martillear el teclado que no hacía presagiar una interpretación memorable. Pero su capacidad de convicción fue tan alta que rápidamente entramos en su juego y nos dejamos arrastrar por su fuerza y decisión a la hora de dejar impronta personal en una pieza tan trillada.
 
Fogoso y trepidante, Ghindin no tardó en seducirnos bajo la mirada atenta de un Axelrod tan empeñado en no ensombrecerlo que por unos instantes pareció que desaprovechaba las oportunidades de lucimiento que ofrece una obra tan bien orquestada. También ahí nos equivocamos, al comprobar instantes después que la suya era una versión tan bien medida como magistralmente acompasada, fusionándose con el piano y logrando calar en nuestro ánimo y consciencia. Tras la merecida ovación y puesta en pie, la propina en forma de Preludio Op, 23 nº 2 del autor de La isla de los muertos no se hizo esperar.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario