domingo, 14 de abril de 2019

EL CANTO GLORIOSO Y DIVINO DE THE SIXTEEN

36ª FeMÁS. The Sixteen. Harry Christophers, director. Programa: Israel en Egipto HWV 54. Teatro de la Maestranza, sábado 13 de abril de 2019

Una imagen retrospectiva de Christophers y su conjunto
Es sin duda un lujo poder contar con el prestigioso Harry Christophers y su conjunto The Sixteen, con más de cuarenta años de experiencia y un gusto exquisito para la recuperación y divulgación de música imperecedera, en este broche final del Femás de este año. Una ocasión que ha propiciado que su paso por España no se reduzca al Auditorio Nacional en Madrid, donde actúan esta noche, y se haya extendido también a estas tierras del sur, que tan embebida en los fastos de su semana grande, no acertó a llenar el Teatro de la Maestranza, aunque la entrada fuera no obstante numerosa y la reacción del público, como no podía ser menos, entusiasta y agradecida.

Un oratorio singular

Tres años antes de El Mesías, y ante la imposibilidad de montar óperas basadas en la Biblia por prohibición eclesiástica, Haendel construyó este singular e insólito oratorio originariamente en tres partes en torno a Moisés y la liberación del pueblo judío del yugo egipcio. Uno de los episodios más sobresalientes, épicos y memorables del Antiguo Testamento convertido en música gloriosa y celestial, con esa inconfundible estética operística del autor combinada con la proverbial fuerza de sus pasajes corales que tanto parecen estar anunciando el célebre Aleluya.

The Sixteen nos trajeron la versión recortada en solo dos actos del propio Haendel, una vez suprimida una primera parte de algo más de media hora de duración en la que se describe la llegada de los hebreos al país africano y su rápido sometimiento al dominio de los faraones. Con una obertura añadida, que como tantos otros pasajes es un préstamo propio o ajeno, ésta es la versión que se suele interpretar y grabar, centrada en una primera parte que narra la huida de Egipto comandada por Moisés una vez desplegadas las siete plagas, y el triunfo sobre el ejército del faraón gracias a la intervención divina. Y una segunda titulada La canción de Moisés (Éxodo 15: 1-21) en el que se recogen salmos bíblicos que glorifican el poder de Dios.

Un oratorio singular porque se apoya fundamentalmente en los coros, algunos dobles, doblados y reforzados, limitando las intervenciones solistas a una en la primera parte y apenas media docena en la segunda, en la que destacan los cantos victoriosos y triunfantes. Según supe anoche no se programaba en Sevilla desde el mítico 1992, cuando John Eliot Gardiner y sus English Baroque Soloists y Coro Monteverdi interpretaron solo la primera parte en la Catedral; por lo tanto ésta ha sido una oportunidad única e irrepetible para acercarse a tan monumental página en una interpretación tan nítida y sobresaliente como la que ofrecieron Christophers y su conjunto vocal e instrumental anoche en el Maestranza.

Exquisita recreación musical

Un momento del concierto de anoche en el Maestranza
El entusiasmo de Christophers fue palpable desde el primer acorde, en sus ademanes y en la precisión de sus indicaciones, traducidas en ataques contundentes y una notable expresividad en la que destacaron también las delicadas entradas y las exquisitas transiciones que protagonizaron toda la recreación de la partitura. Una afinación total y una precisión milimétrica al toque de cada uno de los instrumentos, incluidos los portentosos metales entre trompetas y sacabuches, y la delicada percusión de Robert Howes a los timbales, y el buen oficio de Alastair Ross al órgano, consiguieron una interpretación deliciosa y entusiasta, con una cuerda elegante que logró plasmar entre arpegios y glissandos los efectos representativos de las plagas tan bien descritas en los primeros números de la obra.

En cuanto al coro primó la brillantez y claridad sonora, con frecuentes juegos armónicos maravillosamente resueltos, como ese Thy right hand, O Lord de La canción de Moisés en el que las voces se van desplegando de un extremo al otro en un efecto acústico estremecedor. El conjunto salvó con nota alta sus constantes juegos dinámicos y figuras retóricas, extrayéndose del mismo las partes solistas, entre las que destacaron la delicada soprano Katy Hill y el tenor Mark Dobell, de potente voz y holgada proyección. El resto, hasta ocho en total, cumplió también con solvencia y profesionalidad, a excepción del alto Daniel Collins, cuyas intervenciones fueron cuando menos ridículas y esquemáticas. Pero sin duda la sensación global fue altamente satisfactoria, celestial y de un alto contenido espiritual.

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