Con el legendario violonchelista norteamericano de origen húngaro Janos Starker como Presidente de Honor, dio comienzo hace una semana el III Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina, impulsado en su día por Benedicte Palko e Israel Martínez y dirigido por ella; sorprendentemente del segundo ni se hace mención en el apartado histórico de la web oficial. Clases magistrales, convivencias, ensayos públicos y seis conciertos, algunos de ellos devolviéndonos la ilusión de escuchar música de cámara en la Sala Joaquín Turina, han integrado este singular evento. Precisamente dicha sala albergaba hasta hace algo más de un año un magnífico ciclo de música de cámara que desapareció en buena medida por la desidia y el desinterés de este inexplicable público sevillano, capaz de llenar el Maestranza en cualquiera de sus convocatorias, y despreciar otros espacios salvo cuando la cultura se ofrece gratis. Allí, el sábado 10 de septiembre tuvimos la oportunidad de disfrutar con la todavía modernidad de Zemlinsky, cuya Serenata para violín y piano en La mayor encontró en la violinista germano-japonesa Mirijam Contzen una intérprete excepcional, y Bartók, con cuyo Contrastes conseguimos entusiasmarnos gracias al violín de Gordan Nikoliç, que es pura energía, y el virtuosismo al clarinete de José Luis Estellés, profesor en el Musikene. En la segunda parte asistimos a un Cuarteto para piano y cuerda no.3 op. 60 en do menor absolutamente prodigioso y apasionado, puro fuego en manos de Nikoliç, William Coleman a la viola, Julian Steckel, que ha editado recientemente el Concierto para violonchelo que Korngold compuso para la película protagonizada por Bette Davis Deception, e Ieva Jokubaviciute acompañando con autoridad y mucha elegancia al piano.
Cúpula de vidrio del Teatro de Capitanía General en la Plaza de España |
El Festival concluyó el domingo 11 en un enclave tan espléndido y desconocido como el salón de actos de Capitanía General en la Plaza de España, como ya hiciera en sus dos anteriores ediciones. Constituye por lo tanto ésta una ocasión privilegiada para conocer este magnífico y hermosísimo escenario, una joya neoplateresca de principios del S. XX. Todos los maestros participantes en el concierto ofrecieron buenas dosis de excelencia interpretativa, con la particularidad de que en acontecimientos como éste la dinámica es combinar a los participantes en tantas formaciones como sean posibles y conseguir así interpretar piezas raramente programables precisamente por el carácter de los conjuntos que exigen. Sonaron marcados acentos pastorales en el Trío para flauta, cello y piano op.63 de Von Weber, una obra que como su contemporánea la ópera El cazador furtivo también evoca la naturaleza, y que se benefició del sonido dulce, sedoso y melancólico de la flauta de Vicent Morelló Broseta. Mucha sensualidad extraída del sencillo y conciso Cuarteto para cuerda y piano de Turina, con un extremo lirismo en el cello de Steckel, cumpliendo la cuota del autor que se ofrece en cada concierto y sirve para divulgar su música más allá de nuestras fronteras gracias a la implicación de los artistas invitados.
El Cuarteto Murillo, integrado por alumnos del festival, demostró haber sabido aprovechar adecuadamente las clases, con una Obertura sobre temas hebreos op.34 de Prokofiev, que el autor compuso con algunas reticencias en 1919 por encargo del sexteto judío Zimro, en la que brilló con su elegante fraseo José Luis Estellés. Marcados acentos zíngaros en las dos piezas, una nostálgica y otra danzarina, del opus 27(Poema húngaro para viola y piano) de Jenö Hubay, que defendieron con notable sentido del rubato, control de dinámicas y diabólico ritmo Coleman y Palko. Y sensacional, interpretado con tanta fogosidad como desgarro, el brahmsiano Quinteto para piano y cuerda n.1 de Ernö Dohnanyi, una obra de juventud inventiva, melódica y rítmica que el conjunto formado para la ocasión defendió con un enorme sentido del virtuosismo y la excelencia técnica, con especial mención a la exquisita contención y modulación de Daniel del Pino al piano. Una cita inolvidable y decididamente repetible.
Obertura sobre temas hebreos op.34 de Prokofiev, en interpretación de Giora Feidman (clarinete), Yefim Bronfman (piano) y el Juilliard String Quartet
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