lunes, 5 de septiembre de 2011

LA PIEL QUE HABITO Talento para convencer

España 2011 120 min.
Guión y dirección Pedro Almodóvar, según la novela "Tarántula" de Thierry Jonquet Fotografía José Luis Alcaine Música Alberto Iglesias Intérpretes Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet, Roberto Álamo, Blanca Suárez, Eduard Fernández, José Luis Gómez, Bárbara Lennie, Susi Sánchez, Fernando Cayo
Estreno en España 2 septiembre 2011

Lo peor que ha podido hacer Almodóvar a la hora de promocionar su película número dieciocho es confesar que quería hacer un film de terror psicológico, porque sinceramente eso es lo que menos provoca. De no haber sido así concluiríamos que La piel que habito no supone ni siquiera un giro en su filmografía, sino que es puro Almodóvar, inscribible sólo en un género, el suyo propio, el que la crítica y la afición mundial ha bautizado justamente como “Almodovariano”. Dejando aparte esta consideración, lo que más nos llama la atención de esta cinta es su capacidad para hacer creíble lo inverosímil, convencernos con un argumento en principio tan grotesco y disparatado; y lo consigue gracias a un talento extraordinario para contar historias, y en este caso particular por una portentosa estructura narrativa. Almodóvar ha sabido controlar perfectamente el orden en el que nos ha querido transmitir los hechos para que nos vayamos preparando y acabemos aceptando su juego. De hecho incluso aquellas secuencias que muchas miradas obtusas han querido ver como ridículas, provocadoras de la risa involuntaria, nos parecen en realidad premeditadas, alejadas del artificio para extraer de lo terrible su inevitable componente de ingenuidad e improvisación. La piel que habito es posiblemente la película más estilizada de su autor, un trabajo en el que su universo particular se acompaña de continuos referentes culturales que el autor domina con absoluta autoridad. Ahí están las obras de Louise Bourgeois para reflejar el tormento y la redención de la víctima, para más señas femenina, o las pinturas del andaluz Pérez Villalta para identificar los iconos culturales que popularizaron al director y su entorno ochentero. En otro orden de cosas, la suya es posiblemente la película técnicamente más depurada y coreografiada, de forma que no sobra ni una sola secuencia, todo tiene su intención y cada plano, cada mirada, cada reacción está milimétricamente estudiada para formar un todo tan perfecto como una delicada operación quirúrgica, profesión a la que se dedica su protagonista, un Antonio Banderas que a pesar de componer un personaje hierático y contenido, logra despertar en el espectador cierta comprensión en relación a sus motivaciones y objetivos, humanizándolo. Parte del prodigio de hacer convincente lo imposible es un mérito de la impecable interpretación de Elena Anaya, así como del resto del elenco, desde una Marisa Paredes perturbadora y enigmática a una Blanca Suárez de mirada perdida y trauma inquietante, pasando por un memorable Roberto Álamo en una de las caracterizaciones más esperpénticas y divertidas del espectáculo. Nunca antes en una película de Almodóvar había estado tan presente y de forma tan enfermiza la ambigüedad del ser humano, nuestros dos roles, masculino y femenino, y eso creo que es lo que realmente le ha interesado al director de la novela de Thierry Jonquet en la que se ha inspirado muy libremente. El par de secuencias cómicas que nos regala son como una seña de identidad, un relax dentro de una narración atmosférica en la que no duda en tomar prestados elementos del cine de David Cronenberg, pasándolos siempre por esa fuerte coctelera que convierte en suyo propio todo lo que aborda. Aunque puede que sea en esa plasmación de la cirugía, en este caso transgénica, en donde la cinta sea más convencional, ofreciéndonos un laboratorio de diseño no demasiado sofisticado y completo para unas operaciones de tales envergaduras; al menos así lo considera, y tiene mucho crédito para hacerlo, mi acompañante de sesión. Finalmente, no podemos acabar esta crónica sin hacer mención a la excelente labor de José Luis Alcaine, premiado en Cannes por su fotografía, y la estupenda partitura de Alberto Iglesias, en la que es su octava colaboración con el realizador.


"Una patada en los huevos", así se llama este tema de Alberto Iglesias incluido en la banda sonora de la película

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