Italia 2013 124 min.
Guión y dirección Giuseppe Tornatore Fotografía Fabio Zamarion Música Ennio Morricone Intérpretes Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Liya Kebede, Philip Jackson, Dermot Crowley, Kiruna Stamell
Estreno en España 5 julio 2013
Tarde o temprano muchos directores sienten la necesidad de rendir su particular homenaje al maestro del suspense, Alfred Hitchcock. La mayoría se queda en un tributo anecdótico generalmente no exento de encanto, y otras, como en esta ocasión, trasciende al mero homenaje para erigirse en un producto tan digno y fascinante como su referente. En las últimas películas del director de Cinema Paradiso hemos visitado el drama de la inmigración con La desconocida y el fresco histórico con Baaria; ahora nos invita a un thriller romántico en el que se adivinan influencias de la obra maestra de Hitchcock, Vértigo, especialmente a partir de cierta secuencia pigmalionesca muy reveladora. Pero Tornatore plantea muchas cuestiones en esta película que no se limitan al amor ideal e imposible apuntado en la mítica película de referencia así como en la leyenda báltica que le sirve de base, Tristán e Isolda. Nuestro protagonista, un experto de arte, tasador y prestigioso subastador, vive en un mundo de lujos y exquisiteces inalcanzables para la mayoría de sus congéneres. Rodeado de las obras de arte más extraordinarias y de la belleza más exultante, sea sobre la pared o sobre el mantel, su incapacidad emocional nos revela cierta incapacidad también para disfrutar de forma desinhibida de todos esos lujos. Cruzarse con una clienta misteriosa y caprichosa, aquejada de una enfermedad que le impide relacionarse con los demás con naturalidad y valentía, aproximará su gris existencia al ideal de belleza que durante mucho tiempo ha coleccionado en el más estricto secreto y anonimato. Las piezas del puzzle emocional que se le va presentando y que van dando un giro radical en sus convicciones y reglas de comportamiento, van encajando igual que el extraño autómata del siglo XIX que logrará recomponer con ayuda de un joven y donjuanesco colaborador suyo. Inseguridades, insatisfacciones y, sobre todo, incapacidades, irán desgranándose en esta apasionante película insuflada de elegancia y buen gusto, en la que la música de Morricone, inseparable colaborador del realizador, añade un valor especial. A su edad y con su inspiración inagotada, disfrutar en pantalla de una nueva banda sonora suya vale ya el precio de la entrada. Un trabajo de relojería como éste exige unas magníficas interpretaciones y unas más que convincentes recreaciones de sus personajes, que deben quedar suficientemente definidos como para justificar sus comportamientos y reacciones, y en este sentido la cinta también cumple sobradamente, no ya por el solvente trabajo de un Geoffrey Rush extraordinario, sino por lo bien dirigidos que están todos y el meticuloso trabajo de selección del reparto. Sutherland le va como un guante al fiel colaborador del protagonista; Sturgess da a su personaje el toque de frescura juvenil que demanda; y la belleza de la holandesa Sylvia Hoeks recrea a la perfección la de los retratos de todas las épocas que atesora el experto en arte. El toque freudiano lo pone el tratamiento sentimental que a su enfermedad psicológica recibe la joven protagonista, así como los secretos que en la película se esconden detrás de más de una puerta. Reconocida con seis premios David di Donatello, La mejor oferta es precisamente eso, la que no podemos rechazar en la cartelera estival, y posiblemente la más fascinante y mejor acabada de cuantas películas hemos visto de Giuseppe Tornatore. Un análisis pormenorizado de su contenido solo será posible cuando haya transcurrido el tiempo necesario para que su argumento no tenga que continuar guardado bajo llave en secreto. Revelarlo ahora más allá del punto de arranque sería imperdonable.
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