Francia-Bélgica 2016 88 min.
Dirección Thomas Kruithof Guión Yann Gozlan y Thomas Kruithof Fotografía Alex Lamarque Música Grégoire Auger Intérpretes François Cluzet, Simon Abkarian, Sami Bouajila, Alba Rohrwacher, Denis Podalydes, Alexia Depicker Estreno en Francia 11 enero 2017; en España 9 junio 2017
Un hombre corriente, más bien anodino y taciturno, enredado en una trama de intriga y espionaje con consecuencias vitales para la seguridad, la política y la economía de uno de los países más poderosos del mundo. Esta podría ser la sinopsis del debut en la dirección de este realizador galo que pone un ojo en el cine americano de intriga política de los setenta, con La conversación de Coppola a la cabeza, y el otro en la estética gris y fría de David Fincher, sin renunciar a la tradición francesa en este tipo de producciones. Podría haber dado lugar a un film inteligente y atractivo, pero sus premisas van decepcionando paulatinamente y sumergiéndonos en un mar de incredulidad preocupante. Es evidente que nuestros gobiernos nos manipulan, que los servicios secretos y hasta la policía trabaja para enmarañar las intrigas políticas de aquellos a quienes sirven, y que hay corrupción por doquier. Pero eso no basta para construir una estructura dramática suficientemente convincente, que no dé la sensación de caer continuamente en el infantilismo y la ingenuidad, con recursos y giros dramáticos a menudo poco plausibles y cogidos con alfileres. El resultado es que no llega a emocionar, ni irritar ni intrigar lo suficiente, cayendo progresivamente en la apatía. Ni siquiera el desarrollo del personaje interpretado por Cluzet resulta convincente, dentro de un conjunto que cuida más los detalles estéticos que los meramente argumentales, aunque lo pretende. No cabe duda de que se trata de un tipo de cine necesario, pero que exige de coordenadas más precisas y maliciosas.
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