viernes, 26 de julio de 2024

RICO Y SANTOS HONRAN LA CUERDA GRAVE

XXV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Irene Rico, violonchelo; David Santos, contrabajo Programa: Selección de Recercadas del Tratado de Glosas, de Diego Ortiz; Sonata para cello y bajo continuo en la menor, de Vivaldi; Souvenirs de Bellini, de Julius Goltermann; Duetto para violonchelo y contrabajo, de Rossini. Jueves 25 de julio de 2024

Foto: Actidea

Formados en el Conservatorio Manuel Castillo, donde se conocieron y decidieron formar pareja artística, la sevillana Irene Rico y el cordobés David Santos representan como tantos otros a esos músicos que han emergido en Sevilla desde hace ya un buen puñado de años, revalorizando su status como ciudad de la música y tomando el relevo de las y los buenos músicos que la honran. Rico y Santos residen actualmente en Alemania, donde ella continúa su magnífica formación y él acaba de tomar posesión de una plaza en la Sinfónica de la Radio de Baviera de Múnich. Su asociación no es fácil teniendo en cuenta la escasez de repertorio para los instrumentos que dominan, el violonchelo y el contrabajo, especialmente si renuncian frecuentemente al recurso de la transcripción y la adaptación, ciñéndose a partituras concebidas directamente para esta rara combinación de instrumentos rendidos al registro más grave.

Así se presentaron en los Jardines del Alcázar, con un programa breve pero concienzudo, con el que procuraron hacernos viajar por la música del Renacimiento al primer Romanticismo. De hecho sorprendió el rigor en el diseño del programa, algo alejado del espíritu relajado que informa la mayoría de las propuestas de estas noches estivales. Rico, a quien no recordamos disfrutar en Sevilla desde hace unos años junto a la Joven Barroca de Sevilla, hizo gala de una facilidad de oratoria directamente heredada de su artística casta. Los jovencísimos intérpretes arrancaron con unas recercadas de Diego Ortiz concebidas para viola da gamba y un continuo algo más nutrido del que pudo aportar Santos, quien por cierto se mostró algo raquítico en algunos de sus pasajes. Por su parte, Rico defendió su parte con habilidad y considerable agilidad, destacando el espíritu galante y desenfadado de la pieza.

Con más enjundia debieron afrontar la bellísima Sonata en la menor de Vivaldi, dentro de un conjunto en el que destaca el largo de la Sonata en mi menor que podrían haber ofrecido como propina, ya que el programa se les quedó manifiestamente corto, por lo que así podrían haber cuadrado la duración estándar de los conciertos del Alcázar. También esta sonata contiene un movimiento lento de alto calado emocional, que aprovechando que ambos instrumentos pueden ejercer de continuo, se reservó el contrabajo, al que Santos prestó una flexibilidad extraordinaria y un talante emotivo y sentimental más que evidente. Rico estuvo sencillamente sensacional en los movimientos rápidos, enérgica y centelleante.

La compenetración entre ambos se hizo aún más evidente en Souvenirs de Bellini, un popurrí con motivos operísticos que el virtuoso chelista alemán Julius Goltermann diseñó para tocar en sus giras de conciertos, y que el dúo defendió con ahínco y responsabilidad, por más que Santos se tuviera que emplear a fondo en sus complicadas intervenciones, y que de vez en cuando asomara alguna caída de tono y afinación, probablemente atribuible a la delicadeza de los instrumentos y su exposición al ambiente cálido y ventoso. También con un fuerte componente de energía y fuerza expresiva defendieron el Duetto de Rossini, pieza emblemática del repertorio que contiene pasajes de virtuosismo junto a otros más amables y distendidos, primando siempre una calidad melódica de la que ambos intérpretes supieron hacerse perfectamente eco.

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