viernes, 12 de septiembre de 2025

ESFUERZO TITÁNICO PARA LA RESURRECCIÓN DE MAHLER

Concierto nº 1 del Ciclo Sinfónico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Emöke Baráth, soprano; Emily D’Angelo, mezzosoprano; Coro Teatro de la Maestranza; Joven Coro de Andalucía; Marco García de Paz, director de coro; Lucas Macías, dirección. Programa: Sinfonía nº 2 en Do menor, de Mahler. Teatro de la Maestranza, jueves 11 de septiembre de 2025

Lucas Macías al frente de la Real Sinfónica de Sevilla

Intensa, dramática, hermosa, variada… son algunos de los adjetivos que encajan en la que muchos consideran la más inspirada de las páginas sinfónicas de Gustav Mahler, con perdón de la novena y sin menosprecio de la descomunal número ocho o Sinfonía de los Mil, todavía inédita en los atriles de la Sinfónica de Sevilla. A esos adjetivos se ciñó en la medida de sus posibilidades la dirección atenta, responsable y extremadamente disciplinada del director y oboísta onubense Lucas Macías.

Se trata de la Sinfonía nº 2, también conocida como Resurrección, la elegida por el nuevo director titular de la orquesta para inaugurar ese ciclo sinfónico que constituye la columna vertebral de la programación del conjunto hispalense. Una obra concebida como un duelo entre la muerte y la esperanza en forma de vida eterna, entendida en términos litúrgicos o celestiales, no como pretenden en la actualidad algunos de los mandatarios más impresentables del orbe mundial.

Por ello se inicia con una suerte de marcha fúnebre en la que ya se atisban las características que habrán de imperar en el resto de la descomunal pieza, y a las que la batuta intentó plegarse con absoluta fidelidad. Cierto que los tempi se relajaron en cierta medida, llegando a superar versiones antológicas como la de Klemperer de 1961, más rápida y enérgica, pero sin llegar a la más premiosa de un, por ejemplo, Leonard Bernstein. Tampoco alcanzó Macías la tensión y la gravedad de los citados, y con todo logró construir una versión más que aceptable, impecable a nivel técnico y bastante lograda a nivel expresivo.

Un verdadero trabajo de equipo

Perfecta para arrancar la temporada, la Segunda de Mahler pone a prueba eso que denominamos trabajo en equipo, llegando a exigir de cada familia orquestal una conjunción de esfuerzos e intenciones que logre que tantas voces suenen al unísono, con toda la fuerza y la compenetración que sea posible. Esto lo extrajo perfectamente Macías del numeroso personal convocado, a quienes se unieron las voces perfectamente ensambladas de solistas y coro, dos para más señas, con las dificultades añadidas que eso entraña, logrando ese efecto de equipo bien avenido que en una pieza como ésta es más meritorio conseguir.

Macías estuvo atento a cada uno de los contrastes que abundan en una página que alterna los pasajes más bellos con los más violentos y turbulentos, presentes desde los primeros acordes. Faltó una mayor dosis de belleza en el idílico andante moderato, y no llegó a exprimir todo el fuego presente en el infernal tercer movimiento, donde sin embargo sí dominó su marcado ritmo y frecuentes disonancias.

Emily D'Angelo

Nos sorprendió gratamente la voz gruesa y aterciopelada de la mezzo canadiense Emily D’Angelo, una presencia portentosa que acarició con su voz, a pesar de exhibir un leve vibrato, el lied Urlicht que transita entre el tercer movimiento y al apoteósico final.

Un quinto movimiento que se presenta como toda una sinfonía independiente estructurada en diversos episodios, de nuevo presididos por continuos contrastes y un trabajo muy exigente en los metales y la percusión, un ir y venir de trompas fuera y dentro del escenario, causando un fuerte impacto sensorial. Echamos en falta, sin embargo, un mayor calado emocional y más énfasis en la belleza de sus pasajes más arrebatados.

No cabe duda, sin embargo, de que el descomunal cuarto de hora final se salvó muy positivamente. La intervención impecable de la soprano húngara Emöke Baráth y de Emily D’Angelo potenció el carácter místico de la pieza, gracias a unas aportaciones muy en estilo, tan espirituales. La del coro fue directamente una aportación celestial, mientras el progresivo apasionamiento de la orquesta logró una conclusión épica, tan del gusto de un público deseando aplaudir a rabiar.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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