sábado, 27 de mayo de 2023

CONJUGACIÓN DE TALENTO, BELLEZA Y JUVENTUD

San Telmo Abierto: Ciclo de conciertos. Virginia Sánchez García, Marta Pérez Navarro, Matilde Bueno Sánchez y Alba García Jiménez, violines; Zhongjin Gorane Ruiz Goitia y Elena Suárez Franco, violas; Irene Hernández Sanz y Sergio Cobo Vallejo, violonchelos; María Castillo Mora, clarinete. Programa: Quinteto con clarinete en La mayor KV 581, de Mozart; Cuarteto de cuerdas en mi menor Op. 44 nº 2, de Mendelssohn. Capilla del Palacio de San Telmo, viernes 26 de mayo de 2023


Ahora que el conflicto que la Sinfónica lleva arrastrando desde hace años se ha tomado un respiro con unos acuerdos que no le han satisfecho del todo pero con los que quizás pueda construir un futuro mejor para todos y todas, no podemos olvidar la inmensamente gratificante labor que sus maestras y maestros han llevado a cabo para, junto a otras instituciones y conjuntos, conseguir que hoy en Sevilla disfrutemos de tanto talento local. Unos logros que con el tiempo se han extendido por toda Andalucía, donde actualmente son muchos los pequeños y grandes municipios que cuentan con un conservatorio al menos de carácter elemental. En todo esto ha tenido también mucho que ver la Fundación Barenboim-Saïd, legado que nos ha quedado de aquel compromiso tan ilusionante que el maestro bonaerense trajo hace dos décadas a una tierra que por entonces continuaba recuperándose de esa condición de páramo que arrastró durante demasiado tiempo.

La fundación culminó ayer tarde su ciclo de conciertos en la hermosa Capilla del Palacio de San Telmo, que este año ha convocado a unos cincuenta alumnos y alumnas a lo largo de seis conciertos entre abril y mayo, proporcionándoles una extraordinaria oportunidad para desarrollar sus aptitudes y acercarse al repertorio clásico y al público que en última instancia ha de comprobar su talento. La cita de ayer nos permitió disfrutar con dos páginas bellísimas y extraordinarias. No nos cansamos nunca de escuchar el Quinteto con clarinete de Mozart, mientras los cuartetos de Mendelssohn se programan tan poco que cada ocasión en que se hace se convierte en un motivo de celebración. Nueve jóvenes, algunas cursando todavía el grado medio, se hicieron cargo del cometido con toda la responsabilidad y la disciplina que estas páginas demandan. Lo realmente llamativo es que preparan los conciertos con el tiempo limitado que sus numerosas obligaciones les dejan, la mayoría de ellas extramusicales, y a pesar de eso los resultados son tan sobresalientes y estimulantes como pudimos apreciar ayer mismo.


Dos páginas superlativas

Mozart concibió su Quinteto para explotar al máximo la suavidad y las posibilidades técnicas y tímbricas del clarinete, para el que ya había escrito otras dos obras maestras, el trío y el célebre concierto. María Castillo logró con una depurada interpretación un tono conmovedor y un control de la respiración que junto a una excelente integración con la cuerda alcanzó cotas de máximo interés. El conjunto consiguió combinar un tono veladamente melancólico con una atmósfera alegre y desenfadada. Castillo se sintió cómoda en el registro grave que domina la pieza, entendiendo la ternura que informa su cometido y el respeto al resto de sus compañeras, que en el caso del dúo del larghetto con el primer violín se resolvió por parte de ésta en cierta inseguridad y tendencia a la estridencia que a buen seguro irá puliendo en el tiempo que le queda de estudios y práctica; aptitudes y sentido de la responsabilidad no le faltan. La participación de la viola y el violonchelo quedaron también un poco por detrás de la exuberancia que se les exige, pero en ningún caso desvirtuaron el centelleante resultado final que demanda la partitura.

El conjunto formado para dar forma a la pieza de Mendelssohn, primero de los cuartetos opus 44 que escribió tras ocho años sin abordar el género, dio muestras de unas excelentes cualidades y un virtuosismo no al alcance de cualquiera. Sonaron como un todo compacto, combinando a la perfección sus ricas texturas con una extraordinaria espiritualidad y una deslumbrante emoción. Revolotearon a discreción en el allegro inicial, con vehemencia y mucho nervio. Acertaron en dotar de un carácter trepidante al scherzo, haciendo acopio de todos los recursos a su alcance, y de una conmovedora poesía al andante en forma de romanza, hasta culminar en un presto agitato final absolutamente arrebatador. Todas estuvieron formidables, destacando la buena sintonía entre violines y viola, el virtuosismo de Matilde Bueno liderando el conjunto y el palpable cuerpo que fue capaz de aportar Sergio Cobo al violonchelo. Celebramos además la supremacía de chicas en el elenco, que todavía siguen ocupando pocos puestos en orquestas y conjuntos de cámara de todo el planeta.

Foto: Manuel Vaca
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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