USA 2025 103 min.
Dirección Leigh Whannell Guion Leigh Whannell, Corbett Tuck, Rebecca Angelo y Lauren Schuker Blum Fotografía Stefan Duscio Música Benjamin Wallfisch Intérpretes Christopher Abbott, Julia Garner, Matilda Firth, Sam Jaeger, Ben Pendergast, Benedict Hardie, Zac Chandler Estreno en Estados Unidos y España 17 enero 2025
Las misteriosas leyendas de los licántropos fueron objeto de adaptación cinematográfica desde muy temprano, pero tomó carta de naturaleza definitiva cuando Universal Pictures la convirtió en título de culto con la caracterización de Lon Chaney jr. en 1941. Desde entonces han sido muchísimas las ocasiones en las que el temible hombre lobo ha sido llevado al cine, con Hammer y el español Paul Naschy como eslabones irrenunciables, hasta que en 2010 Joe Johnston la convirtió en historia de terror gótico con la interpretación de Benicio del Toro. Leigh Whannell, creativo relacionado con las sagas Saw e Insidious, sorprendió hace unos años cuando recuperó directamente de la Universal al hombre invisible y lo relacionó inteligentemente con la lacra de la violencia machista. Esperábamos una operación similar en esta ocasión en que toma el relevo adaptando al hombre lobo, y de alguna manera ha cumplido nuestras expectativas, aunque de forma más sutil y soterrada que en el film anterior.
Un padre de familia, escritor en paro, hereda el mal carácter de su padre, mientras vuelca todo su cariño y atención en su hija, pequeña. A la vez su matrimonio se encuentra en crisis, siendo ella quien aporte la necesaria ayuda económica a la familia. Caldo de cultivo quizás cuando los tres se aventuren a viajar a la recóndita granja que él ha heredado de su desaparecido padre, y una vez allí los instintos más expeditivos afloren como consecuencia del ataque de un licántropo.
Con estas premisas e intenciones, Whannell construye un desasosegante ejercicio de terror en el que juega a plantear las constantes del género sometiéndolas a imaginativas sorpresas. Mezcla también con considerable acierto las cuestiones sentimentales de la trama con las más puramente terroríficas, sin abusar de efectismos superfluos ni recursos escabrosos, y contando para todo ello con un montaje eficaz, una oscura y tenebrista fotografía y una acertada banda sonora de Benjamin Wallfisch que se hace perfecto eco de esa conjugación entre sentimiento y terror.
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