La ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de Cine Español fue, como en anteriores ocasiones, larga y aburrida. Y eso que en el simpático video de presentación, John Malkovich travestido de Antonio Resines advirtió a George Clooney disfrazado de Buenafuente, encargado de conducir la gala, que no durase más de dos horas. Una hora más necesitó la farándula cinematográfica de este país para colocar los veintinueve premios de la noche, incluido el de honor.
No hubo ni una pizca de originalidad en un acto que cada vez disimula menos su tendencia a copiar a los Oscar, a pesar de las enormes diferencias presupuestarias y de talento. Con una estructura lineal y previsible, en la que de nuevo tuvimos que soportar los insufribles y absurdos diálogos perpetrados por sus guionistas para que fueran ejecutados por nuestros esforzados intérpretes, el espectáculo incluyó un número musical en el que varios actores y actrices del panorama actual versionaron temas de nuestra iconografía pop al estilo El otro lado de la cama, con Luis Tosar como único capaz de equilibrar la escasa capacidad de los otros para entonar canciones. Había poca calidad en ese numerito musical.
Y qué decir del habitual homenaje a los desaparecidos del año, en el que se incluyen hasta críticos y attrezzistas, lo que por un lado está muy bien porque demuestra que todos y todas son importantes en la industria, pero hace el capítulo excesivamente largo. Para colmo, ese realizador de TVE que de vez en cuando abandonaba la imagen fija de los rostros y nombre de los fallecidos y fallecidas, para pasearse por el Teatro Real a través de planos generales, con lo que perdíamos la pista de quiénes iban figurando en dicho tributo.
Y si la ceremonia fue larga y poco lucida, Buenafuente estuvo más contenido e introvertido que el año pasado, con lo que su actuación tampoco resultó muy aplaudida. Echamos de menos a Rosa Mª Sardá, que menos mal que salió un ratito para compensarnos de tanto hastío. En cuanto a los discursos de agradecimiento, desde el colegueo insufrible e interminable de Karra Elejalde, que parecía haberse fumado un campo de fútbol para la ocasión, hasta la muy académica, leída y larguísima retaíla de Mario Camus, reivindicando lo mismo que se viene diciendo desde la primera edición de los premios hace veinticinco años, el incondicional y ya rancio apoyo al cine español sin aportar nuevas vías y medidas que hagan posible esa defensa de una manera eficaz (valdría mirar al país vecino, Francia, para entender cuáles podrían ser esas vías).
El único discurso decente de la noche lo pronunció Isona Passola, productora de Pan negro, cuando escueta y sencillamente agradeció que por fin se reconociera la meritoria labor de Agustí Villalonga, y cuando señaló la generosidad de la Academia al premiar por primera vez un film español en lengua oficial no castellana, añadiendo que la gente del cine siempre va por delante. Mención aparte merece el esperado discurso del todavía Presidente de la Academia, respecto a la Ley popularmente denominada Sinde, de control y cierre de páginas web en las que se comparten archivos de video y audio. No dijo nada que no sepamos ya, ni dio medidas ni pautas para lograr un justo equilibrio entre el interés de los empresarios y el de los consumidores, pero quedó claro que vivimos tiempos nuevos y hay que reciclarse y adaptarse a ellos; que hace un siglo los fabricantes de coches de caballos perdieron mucho negocio con la llegada del automóvil, y ¿acaso eso fue condenable? ¿se puede parar el progreso? Estamos en un Mundo al revés en el que se persigue a quien comparte generosamente y sin ánimo de lucro. (Nada de esto lo dijo Álex de la Iglesia, pero lo digo yo en su apoyo).
Agustí Villaronga recoge el premio al Mejor director por "Pan negro" |
Respecto a los premios, si ya nos parece un desatino que tantas nominaciones recaigan en sólo cuatro o cinco títulos, cuanto más que prácticamente sólo se premie un film, que aunque merece mis respetos, no es como para dejar desiertos otros títulos también interesantes del año. Vamos, que al final parece que sólo hemos producido un par de películas que merezcan la pena en todo el año, y eso sin contar el desprecio que han merecido cintas tan meritorias como Todo lo que tú quieras, 18 comidas o la andaluza Siempre hay tiempo.
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