USA 2012 123 min.
Dirección Adam Shankman Guión Chris D’Arienzo, Justin Theroux y Allan Loeb Fotografía Bojan Bazelli Música Adam Anders y Peer Astrom Intérpretes Julianne Hough, Diego Boneta, Tom Cruise, Catherine Zeta-Jones, Alec Baldwin, Russell Brand, Paul Giamatti, Malin Akerman, Mary J. Blige Estreno en España 10 agosto 2012
Hay películas que se conciben para triunfar y sin embargo fracasan estrepitosamente. Esta por ejemplo se esperaba incluso con cierta expectación. Adam Shankman se reveló hace unos años como un eficaz director de musicales gracias a la labor desempeñada con Hairspray; puede que fuera porque en aquella ocasión contaba con un buen material de base, pero es indiscutible que supo impregnarle al conjunto de la energía y la alegría necesarias para que el género funcionase. El material de origen en esta ocasión es bien distinto; Rock of Ages se apunta a la moda imperante desde hace unos años de recuperar una serie de éxitos del pop de otras generaciones y reciclarlas y cohesionarlas a través de un argumento dramático más o menos coherente. Lo hemos visto en cine y teatro, americano e incluso español, Mamma Mia, Hoy no me puedo levantar, We Will Rock You o Across the Universe son buena muestra de ello. En esta ocasión se trata de un musical de relativo éxito en Broadway que repasa éxitos del rock de los 80 de gente como Quarterflash, Pat Benatar, Scorpions, Bon Jovi, Speedwagon, Foreigner, Joan Jett o Night Ranger. El problema surge cuando no se echa imaginación al guión, acumulando situaciones comunes archivistas en este tipo de comedias, como la chica de provincias que busca una oportunidad en la gran ciudad y encuentra el amor, el artista que es descubierto por casualidad, la estrella extravagante y caprichosa que esconde traumas de juventud, la historia de homosexualidad reprimida metida con calzador, o la pija vengativa estilo Sarah Palin que esconde sus impulsos más lascivos y secretos. Y todo plasmado sin convencimiento ni emoción, con interpretaciones caricaturescas y unos números musicales cutres e impersonales. El resultado es un bodrio descomunal, un desastre absoluto que no se salva ni por la curiosidad de ver y oír a Cruise o Zeta-Jones cantar algunos de esos éxitos o incorporar estos estereotipos ridículos.
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