Dirección Steven Soderbergh Guión Richard LaGravanese, según el libro de Scott Thorson y Alex Thorleifson Fotografía Steven Soderbergh (como Peter Andrews) Música Marvin Hamlisch Intérpretes Michael Douglas, Matt Damon, Dan Aykroyd, Scott Bakula, Garrett M. Brown, Jane Morris, Rob Lowe, Cheyenne Jackson, Boyd Holbrook, Debbie Reynolds
Más que un personaje de Hollywood, el virtuoso pianista y showman Liberace fue un personaje prototipo de Las Vegas, si bien antes ya triunfó en otros escenarios y en la televisión. Extravagante y pintoresco hasta límites insospechados, sufrió el silencio de la homosexualidad a pesar de una estética que no dejaba lugar a dudas. Coqueteó con la heterosexualidad y llegó hasta firmar una autobiografía en la que se confesaba enamorado de la patinadora Sonja Henie. El sobrevalorado Steven Soderbergh tenía ya en 2008 la intención de filmar uno de sus romances más sólidos, pero la enfermedad de su fichaje principal, Michael Douglas, se lo impidió. Con la intención de estrenar en cine, de hecho se presentó en la sección oficial del último Festival de Cannes, finalmente esta producción de Jerry Weintraub lo ha hecho en la televisión por cable (HBO), con Matt Damon dando vida al amante de Liberace y autor del libro en el que se basa el film, Scott Thorson. Con un diseño de producción deslumbrante que recrea a la manera más kitsch y extravagante la época que va de 1977 a 1987, Soderbergh ha logrado un film extremadamente gay en su concepto y notablemente distraído, que no consigue sin embargo plasmar toda la malicia que subyace tras una historia de vampiros en la que el gran icono y hombre poderoso al que incorpora Douglas domina a su efebo, transformándolo y controlándolo a discreción y sin asumir compromiso fiable alguno. Las sobresalientes interpretaciones de la pareja protagonista no logran sin embargo exhibir todo ese potencial que subyace bajo la epidermis de una historia terrible de dominación y castigo, bajo responsabilidad de un realizador incapaz de hurgar más allá del deslumbrante envoltorio. El resto de intérpretes, hasta llegar a Debbie Reynolds (algún icono gay tenía que aparecer, y además ésta ya fue protagonista de un particular escándalo hollywoodiense a través de su relación también vampírica con su hija Carrie Fisher), cumple con solvencia hasta conseguir entre todos un espectáculo estimable con algunos momentos de auténtico delirio y otros de innegable glamour. A destacar la adaptación musical de Marvin Hamlisch en el que fue su último trabajo antes de fallecer este mismo año, y al que va dedicada la película.
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