Benedicte Palko, painista participante y directora artística del festival |
Dos horas y media para escuchar ochenta minutos de música, encerrados en un lugar precioso como es la Casa de Salinas, pero asfixiante y muy limitado de aforo, lo que provocó incluso que muchos de los alumnos que participaron en los conciertos de días anteriores tuvieran que permanecer en pie, dan cuenta de la decpecionante organización de esta cuarta edición del Festival Turina. El mecenazgo, en todas sus variantes, es una estupenda solución para capear la crisis, pero propició una generalizada falta de respeto a la zona reservada para prensa, dando lugar a que tuviéramos que seguir el concierto inaugural en condiciones poco afortunadas, aunque ello no afectara a la inmejorable acústica del lugar y a la excelencia de la interpretación musical. Las campanas de Santa Cruz avisando del inminente oficio religioso y la improvisada iluminación del mal acondicionado escenario, por otro lado bajo y sólo apreciable desde las primeras filas, pusieron la guinda.
El quinteto con sede en Sevilla ETHOS |
Asombra que se repitiera el Trío con piano nº 2 de Turina, ya abordado por el joven Trío Albéniz dos días antes. En esta ocasión se benefició de una interpretación entusiasta, magníficamente ensamblada, de perfiles tan aterciopelados como vibrantes y enérgicos. El Sexteto para piano y viento de Poulenc, pieza que Perianes sustituyó por el Quinteto K452 de Mozart en el último concierto del ciclo de cámara de la ROSS, con la consiguiente y lógica frustración del flautista Juan Ronda, disfrutó en manos de la pianista armenia Sofya Melikyan y el Quinteto sevillano ETHOS de todo su encanto neoclásico, alegría y expansión expresiva, a pesar de las inevitables distorsiones de la trompa, que empañó la perfecta conjunción del resto del elenco.
La violinista de Oxford Priya Mitchell |
Benedicte Palko junto a una acaloradísima y sufrida Priya Mitchell y el violonchelo sedoso y a la vez autoritario de Torleif Thedéen, ofrecieron un Trío con piano nº 3 de Dvorák antológico. El penúltimo de sus cuatro tríos con piano (otros dos se perdieron) disfrutó de una interpretación generosa en tensión dramática, melodiosidad y expresividad, trágica en el allegro, evocadora en el scherzo, sentimental en el adagio y danzarina y apasionada en el finale, haciendo justicia a una de las páginas más conmovedoras y magistrales de la composición camerística de todos los tiempos. Sin duda un espléndido concierto, lástima que ofrecido en unas condiciones poco recomendables. Habiendo auditorios acondicionados para este tipo de eventos, no deberían ser despreciados en favor de lugares emblemáticos pero incómodos y poco favorecedores, salvo para distraerse con los magníficos artesonados y desviar nuestra atención de lo que en ese momento nos convoca y verdaderamente nos ha de importar.
Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 15 de septiembre de 2013
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