Canadá 2012 90 min.
Guión y dirección Kim Nguyen Fotografía Nicolas Bolduc Intérpretes Rachel Mwanza, Alain Bastien, Serge Kanyinda, Ralph Prosper, Mizinga Mwinga, Jean Kabuya, Jupiter Bokondji, Starlette Mathata, Alex Herabo Estreno en España 10 mayo 2013 (en Sevilla, único pase 8 septiembre)
Aunque tiene otros tres largometrajes, dos cortos y un telefilm a sus espaldas, al director canadiense de origen vietnamita Kim Nguyen no le ha llegado el reconocimiento internacional hasta haber conseguido con su cuarto film, una devastadora crónica sobre una niña de guerra en un país del África subsahariana, una nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, diez premios Genie del cine canadiense y reconocimientos en varios festivales, como Berlín y Tribeca, donde el espléndido trabajo de la protagonista fue justamente recompensado. Con un lenguaje premeditadamente en la frontera entre la ficción y el documental, lo que aleja sus emociones considerablemente en una medida similar a cuando no alcanzamos a concienciarnos suficientemente sobre estos dramas cuando los vemos reiteradamente en la televisión, Nguyen retrata una tragedia que sacude, como tantas otras, un planeta en el que desde nuestras acomodadas vidas nos cuesta entender que a unos miles de kilómetros la vida puede resultar tan terriblemente dura y difícil. Sin estridencias ni subrayados, logra transmitir el grado de implicación que tienen nuestras prósperas sociedades, desde el momento en el que soldados y rebeldes empuñan armas mortíferas que no les pueden haber llegado a las manos más que desde occidente, el mismo hemisferio que intenta lavar sus conciencias una y otra vez en uno de los ejercicios más hipócritas y cínicos que jamás se hayan practicado en la Historia del Hombre. Y como víctima en primer persona de este singular drama con ínfulas de cuento, una niña de tan solo doce años que en el transcurrir de apenas dos años conocerá el horror más inexplicable, el espíritu de supervivencia y la sed de venganza, aunque también quedará espacio para nuevas y más reconfortantes experiencias, humor y, sobre todo, el amor y el compañerismo. Esa confrontación entre la maldad absoluta y la injusticia más execrable, y la inocencia y amabilidad de la Naturaleza y de los sentimientos más nobles, hacen de la supervivencia una experiencia de vida que la jovencísima Rachel Mwanza borda desde una mirada sincera y efectiva, capaz de transmitir ese cúmulo de sensaciones que provoca una vida horriblemente desmesurada e injusta, de la que ella hace crónica frente a una nueva vida que está por venir, que se está gestando en su vientre y por la que nunca podemos renunciar a la esperanza de un futuro mejor en la que nadie, ni niños ni adultos, tengan que enfrentarse a guerras que ni entienden ni a menudo comparten.
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