Dirección Brian De Palma Guión Brian De Palma y Natalie Carter, según el film de Alain Corneau “Crime d’amour” Fotografía José Luis Alcaine Música Pino Donaggio Intérpretes Rachel McAdams, Noomi Rapace, Karoline Herfurth, Paul Anderson, Dominic Raacke, Rainer Block, Benjamin Sadler No estrenada en España
Devotos del cine del realizador de El fantasma del paraíso y Carrie, los franceses han rescatado con ayuda de los alemanes al director italoamericano Brian De Palma para devolverle al estilo que cultivó a principios de los 80 con títulos como Vestida para matar, Impacto o Doble cuerpo, y que le reafirmaron como simpático y digno emulador de Hitchcock, una reputación que se ganó años antes con Hermanas y Fascinación, en las que la música de Bernard Herrmann potenció tal comparación. Lo curioso es que esta recuperación se haya producido con un remake de una cinta tan reciente como Crime d’amour (2010) de Alain Corneau, con Rachel McAdams (Morning Glory, Midnight in Paris, To the Wonder) sustituyendo a Kristin Scott Thomas y la millenniana Noomi Rapace a Ludivine Sagnier. El resultado, aún no estrenado comercialmente en nuestro país, tiene todo el encanto que la operación pretende, devolvernos a un director que aunque irregular nos hizo disfrutar mucho a los de nuestra generación con persecuciones en museos o centros comerciales, asesinatos en ascensores o festejos populares y voyeurs inquietantes, siempre al son de la indispensable aunque maniquea música de Pino Donaggio, y con hermosas y elegantes mujeres como principal reclamo. También la fotografía del operador español José Luis Alcaine consigue emular ese estilo ochentero autohomenajeado en el film. En nada de esto decepciona este regreso de De Palma a un universo que conoce muy bien y en el que tanto trabajó antes de sofisticarse con Los intocables, Corazones de hierro y La dalia negra. Cierto que no ha funcionado todo lo bien que se ha querido y que su paso por el Festival de Venecia de 2012 no fue tampoco memorable; que su argumento es artificioso y forzado y que rezuma cierto aire inocente y retrógrado a pesar de su moderna puesta en escena. Pero intriga no le falta, ritmo tampoco, y consigue que celebremos su carácter nostálgico, incluida pantalla partida tan característica del autor, y que al final su visionado resulte una experiencia gratificante.
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