USA 2014 130 min.
Dirección Matt Reeves Guión Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver Fotografía Michael Seresin Música Michael Giacchino Intérpretes Andy Serkis, Jason Clarke, Kodi Smit-McPhee, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kirk Acevedo, Judy Greer Estreno en España 18 julio 2014
1968 marcó un antes y un después en el género de la ciencia-ficción; Kubrick dirigió 2001 y Franklin J. Schaffner El planeta de los simios. La revisitación del universo de estos primates que dominan la Tierra parece participar de ambas obras maestras en su concepto visual y argumental. Ahora más que en El origen del planeta de los simios, su predecesora, parece reflejarse la estética de los primeros veinte minutos de la película del director de La naranja mecánica, mientras del original protagonizado por Charlton Heston simplemente retoma la base argumental. Es curioso cómo hace décadas las sagas aprovechaban un título de éxito para ir paulatinamente y de propósito perdiendo calidad. Le ocurrió por ejemplo a Tiburón e igualmente a El planeta de los simios, cuyas secuelas (Regreso, Huida, Rebelión y Conquista) así como posterior serie de televisión, fueron degradando la categoría del original. La guerra de las galaxias cambió ese panorama hasta hoy en que cualquier franquicia intenta con cada título mejorar al anterior o al menos mantener su supuesta calidad intacta. El origen fue una agradable sorpresa que nos contaba precisamente eso, cómo los simios se rebelan contra los humanos comenzando una nueva era en nuestro planeta. El argumento de su secuela es más simple, se trata sólo de enfrentar las colonias de simios evolucionados y humanos supervivientes al virus desatado diez años antes en una guerra tan inevitable como previsible; pero Matt Reeves maneja los recursos técnicos y narrativos con mano firme, la misma que logró hacer de Monstruoso y el remake de Déjame entrar dos más que estimables películas. El ahijado de J.J. Abrahams logra que un argumento sin sorpresa ni apenas intriga consiga enganchar gracias a una equilibrada y eficaz dosificación de los elementos, por mucho que un recorte de al menos veinte minutos le hubiera venido bien a una película cuyo argumento no da mucho de sí. Sin embargo acierta al denunciar la sociedad violenta en la que nos desenvolvemos y la inutilidad de los esfuerzos diplomáticos de quienes luchan por la paz, algo tan lamentable e inevitable que proféticamente ni siquiera podremos ser capaces de resolver con una segunda oportunidad. Un San Francisco devastado y un sorprendente trabajo de masas digitales consiguen un espectáculo notable, mientras las interpretaciones se ajustan al conjunto, destacando las posibilidades dramáticas de un actor al que nunca veremos su rostro verdadero, Andy Serkis (Gollum) pero cuyos gestos y registros quedan perfectamente marcados en las facciones del simio protagonista César a través de la técnica del motion capture.
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