
Salvo la Sonata en Do mayor BWV 1033 del barroco Bach, el resto del programa giró en torno a compositores franceses del clasicismo y fundamentalmente el impresionismo, sobre todo a través de transcripciones, dada la dificultad de encontrar repertorio centrado en la combinación flauta y arpa. Original para tal madera y clave, la sonata bachiana deambuló entre la gracilidad y el rigor que caracterizan la obra del compositor alemán, ofreciendo a Rodríguez todas las posibilidades de lucimiento, con un fraseo nítido y un convincente control del fiato, especialmente en el allegro y los minuetos. Puede que el Nocturno, Tyrolienne y Rondoletto del arpista François-Joseph Naderman y el flautista Jean-Louis Tulou, amigos y compañeros en el Conservatorio de París, resulte una pieza insustancial, pero no se le puede negar una estructura férrea y una gramática hábil sobre todo para exhibir agilidades, como así hicieron las invitadas.
Ese mismo conservatorio aprovechó la Fantasía Op.79 que Fauré dedicó al flautista Paul Taffanel para ofrecerlo como obra de examen a finales del XIX. Sobre su dificultad hizo hincapié Rodríguez, para acto seguido ofrecer una versión lúcida y acrobática de la pieza, siempre con el refinado acompañamiento de Iolkicheva. De Debussy se escogió su popular Arabesco nº 1, que resiste estupendamente la transcripción del piano original a flauta, siendo ésta tan apropiada para sus sensuales y evocadoras florituras. Una impecable Fantasía para violín (otra transcripción) y arpa Op.124 de Saint-Saëns, de clara influencia debussysta, y el archiconocido Interludio de Carmen de Bizet completaron un concierto generoso en magia y seducción.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el domingo 20 de julio de 2014
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