Guion y dirección Damien Chazelle Fotografía Linus Sandgrem Música Justin Hurwitz Intérpretes Margot Robbie, Brad Pitt, Diego Calva, Jean Smart, Li Jun Li, Jovan Adepo, Tobey Maguire, Max Minghella, Katherine Waterston, Samara Weaving, Eric Roberts, Lukas Haas, P. J. Byrne, Jeff Garlin, Rory Scovel, Spike Jonze, Joe Dallessandro, Olivia Wilde, Phoebe Tonkin, Troy Metcalf Estreno en Estados Unidos 23 diciembre 2022; en España 20 enero 2023
Imposible acercarse a la última, mastodóntica, caótica, histérica y atrevida película del director de Whiplash y La La Land sin dejar prejuicios atrás y sin aceptar que no hay nada que se le parezca por muchos referentes que seamos capaces de encontrar en ella. Y aún así le resultará difícil a mucha gente conectar con ella, con esta nueva historia de amor que se propone en el seno del mundo del cine, esta vez con sus perversiones, miserias y excesos más absolutos como telón de fondo. Poco más de tres horas que transcurren como mínimo entretenidas ate nuestros ojos, lo que ya es un mérito. Tres horas además en las que se pone a prueba nuestra capacidad de asombro, entre secuencias escatológicas extremas, orgías con carne generosa (algo poco habitual en el pudoroso cine americano) y un sinfín de personajes, unos reales, otros inventados y otros ficticios pero basados descaradamente en celebridades que existieron, y todo así, en exceso, tremebundo y sobredimensionado.
Chazelle además no ha tenido ningún tipo de reparo en dar al conjunto un aspecto anacrónico al más puro estilo Baz Luhrmann, con músicas fuera de su época y un estilismo impensable para Margot Robbie la mayoría de veces que aparece en escena. Pero ahí no se quedan las referencias, porque las fiestas parecen querer imitar, con mayores excesos y un carácter deliberadamente más pornográfico, a las de Sorrentino en La gran belleza; hay también cierto aire felliniano en más de una secuencia, y no faltan las referencias al Gran Gatsby de Scott Fitzgerald, entre piscinas con presunto cadáver y fiestas extravagantes, aquí siempre llevado al último extremo y sin la elegancia, premeditada, del autor de Suave es la noche. James Ivory también retrató la depravación de la meca del cine en los años veinte, en 1975 con Fiesta salvaje, donde recreaba uno de los episodios más escabrosos de la prensa amarilla de la época, la muerte de una starlette a manos del obeso comediante Fatty Arbuckle durante una sesión de sexo duro, episodio que también aparece apuntado en este film donde William Randolph Hearst tiene su momento en forma de fiesta snob a ritmo de sucedáneo del Bolero de Ravel con una Robbie incómoda que termina haciendo lo que no debía entre tanta gente estirada.
Y así continúa esta orgía desatada, acelerada, mastodóntica y sobre presupuestada, donde se recrean rodajes como el de Hollywood Revue of 1929, la primera vez que aparece en pantalla la canción Singin’ in the Rain, esa misma Cantando bajo la lluvia y sus divertidos episodios cuando se pasa del cine mudo al sonoro, y que al final sirve para la secuencia más mágica y emocionante que hemos visto en el cine en mucho tiempo, precisamente en una sala abarrotada donde los ojos del público brillan mientras disfrutan con esa obra maestra de Kelly y Donen que justamente se ha reestrenado en cines precisamente el mismo fin de semana que lo hace esta Babylon. Y el homenaje al cine como gran entretenimiento continúa con una delirante secuencia en plan montaje de ceremonia de los Oscar. Max Minghella da vida a un desmitificado Irving Thalberg, mientras Brad Pitt es sin duda un sosías de Douglas Fairbanks, y Jean Smart interpreta a una arpía del periodismo al más puro estilo Hedda Hopper. Pero la revelación de la película es Diego Calva, un joven mexicano descubierto en la serie Narcos y que cataliza nuestra mirada entre perpleja y ruborizada de todo cuanto se acontece en este film inclasificable e imposible de calibrar, tanto como de calificar, al menos hasta que no haya pasado el tiempo suficiente para valorarlo en su justa medida.
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