USA 2022 117 min.
Dirección Darren Aronofsky Guion Samuel D. Hunter, según su obra teatral Fotografía Matthew Libatique Música Rob Simonsen Intérpretes Brendan Fraser, Sadie Sink, Hng Chau, Ty Simpkins, Samnatha Morton Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre 2022; en Estados Unidos 21 diciembre 2022; en España 27 enero 2023
Mucho se ha hablado desde su estreno en Venecia de la transformación física de Brendan Fraser en esta película, tanto o más que de su recuperación para el cine tras largos años de ausencia debido a graves problemas de salud física y mental. Pero la ballena a la que parece hacer referencia su título no es fruto solo de esa fatal transformación, sino de un abundante añadido de maquillaje y prótesis que convierten en tremendo obeso mórbido a quien una vez fuera objeto de deseo por su imponente físico en George de la Jungla, La momia y sobre todo en Dioses y monstruos, donde curiosamente otro Whale (ballena en inglés), el director de Frankenstein, ansiaba poseer su cuerpo. Tanto ha sido así que parece que sea el principal reclamo de este nuevo trabajo del habitualmente excesivo y polémico Darren Aronofsky. Polémico, o al menos controvertido, en sus primeros trabajos, Pi y Réquiem por un sueño, y excesivo en los más recientes Cisne negro, Noé o Madre!.
Como ya hiciera en El luchador con Mickey Rourke, Aronofsky parece querer ahora revivir a otro icono, este decididamente menor, del cine de hace una veintena de años, y de momento el trabajo le ha reportado a Fraser varios premios de interpretación, aunque se le hayan resbalado los más importantes, el de Venecia y el Globo de Oro, y quién sabe si lo hará también el Oscar. La obra teatral de Samuel D. Hunter está detrás de este proyecto que no disimula en absoluto su origen, con una estructura y una planificación eminentemente teatral, donde los personajes declaman sin tregua, aunque en realidad se pretenda plasmar la soledad del desgraciado personaje. Una divertida e irascible enfermera que le ayuda generosamente en sus quehaceres ordinarios (la también nominada Hong Chau), un joven predicador de una secta que prepara para un inminente fin del mundo, su permanentemente cabreada ex esposa, y la hija de ambos, más cabreada aún, insoportable e intransigente en su propia angustia y complejo de abandono, no parecen ser la perfecta expresión de la soledad de un hombre destruido y consumido que espera la muerte como redención final y que está permanentemente comparando su lucha con la que mantuvo el capitán Ahab con la ballena Moby Dick, lo que nos lleva a la conclusión de que la del título de Aranofsky y Hunter no es el protagonista sino su propia existencia, marcada por la homosexualidad, la diferencia, la no aceptación de uno mismo y ese genuino psicoanálisis americano que siempre está en busca de una redención de carácter más religioso de lo que cupiera pensar.
Aronofsky maneja todo esto con una deliberada contención, plasmada también en la dramática música de Rob Simonsen, una fotografía grisácea y el uso de efectos de sonido lluviosos y tormentosos que dan al total un carácter aún más trágico de lo que se acontece. Una contención que se pierde al final, cuando el temperamental director da rienda suelta a su proverbial histeria, a pesar de que en todo momento no hemos atisbado el grado de emoción que la empresa parece estar persiguiendo denostadamente. Merece no obstante destacar el buen trabajo de Fraser, que ha encontrado así su mejor papel desde el ya apuntado en la excepcional película de Bill Condon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario