Dirección Oliver Hermanus Guion Kazuo Ishiguro, según el guion de Akira Kurosawa para “Vivir (Ikiru)” Fotografía Jamie Ramsay Música Emilie Lavienaise-Farrouch Intérpretes Bill Nighy, Aimee Lou Wood, Tom Burke, Alex Sharp, Adrian Rawlings, Hubert Burton, Oliver Chris, Michael Cochrane Estreno en el Festival de Sundance 21 enero 2022; en Reino Unido 4 noviembre 2022; en España 4 enero 2023
Para su primera película británica, el sudafricano Oliver Hermanus ha fijado su atención en el clásico de Akira Kurosawa de 1952 Vivir. O quizás haya sido el escritor premiado con el Nobel en 2017 Kazuo Ishiguro quien haya sido el principal artífice de esta propuesta. Lo cierto es que ambos han tenido el detalle de ambientar la cinta en la misma época en la que se gestó el clásico japonés, cuando tanto la nación vencida como la vencedora en la última de las conflagraciones mundiales, luchaban por reconstruirse y dejar atrás el pasado. Una época propicia para preguntarse sobre algo que no parece preocupar a la mayoría de los mortales, que es precisamente eso, su mortalidad.
Living como Ikiru se plantean como un cuento todavía moderno, y desde luego muy vigente, sobre nuestras efímeras vidas y cómo las malgastamos confiando en una eternidad de la que no escarmentamos está solo en nuestro subconsciente. Lo cierto es que morimos, y nunca sabemos cuándo. Pero si nos ponen fecha de caducidad emergen cuestiones y premuras nunca antes experimentadas. Puede ser invertir todo lo cosechado hasta el momento en divertirnos y disfrutar de lujos nunca antes imaginados; pero si esto no funciona, podríamos pensar en la posteridad, en aprovechar al máximo nuestro tiempo como si no hubiera un mañana, con la misma energía que nos inspira una persona cercana, quizás un compañero o compañera de trabajo, y dedicándonos en cuerpo y alma a ayudar, a satisfacer los deseos del prójimo o simplemente hacer bien nuestro trabajo.
Sin llegar a emocionar, con ayuda de un estupendo Bill Nighy como protagonista, Hermanus administra sus intachables recursos con una caligrafía que parece extraída del cine de James Ivory, con formas elegantes aunque algo frías, y un ritmo pausado que se traduce también en diálogos muy paladeados. No en vano, Ishiguro escribió para Ivory los guiones de La condesa rusa y especialmente Lo que queda del día, basada en su propia novela. Y al final todo parece reducirse, con muerte anunciada o no, al deseado regreso a la infancia, en forma de canción o de parque para juegos.
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