Concierto nº 6 de la temporada 2022-2023 de la Orquesta Barroca de Sevilla. Hiro Kurosaki, violín y dirección. Leo Rossi y José Manuel Navarro, violines. Elvira Martínez, viola. Mercedes Ruiz, violonchelo. Ventura Rico, contrabajo. Programa: Cinq concerts transcrits en Sextuor, de Rameau y anónimo. Espacio Turina, sábado 7 de mayo de 2023
Hay muchas páginas en la Historia de la Música que atesoran un fascinante recorrido. Esto es particularmente visible en la enorme cantidad de transcripciones que para su difusión en determinados ambientes selectos disfrutaron piezas escritas en épocas pretéritas. Bien fuera para su adaptación del ámbito concertístico y más comúnmente operístico al más íntimo y doméstico de salón, o porque estuvieran concebidas para conjuntos de instrumentos que habían caído en desuso, la necesidad de seguir disfrutándolas llevó en innumerables ocasiones a su adaptación a otros medios e instrumentos.
Rameau compuso sus ya por entonces avanzadas piezas para clave acompañadas de violín y viola, o alternativamente flauta u otro violín, en forma de trío pero con tal protagonismo del teclado que prácticamente podían interpretarse en solitario, a mitad del siglo XVIII, sufriendo paulatinamente considerables transformaciones hasta llegar a los sextetos que anoche interpretaron los solistas de la Barroca comandados por uno de sus habituales y admirados colaboradores, el violinista japonés Hiro Kurosaki. Y ni siquiera estos sextetos fueron resultado directo de los manuscritos conservados en la Biblioteca Nacional de París gracias a la donación de los herederos del abogado ilustrado Jacques Joseph Marie Decroix, sino que aún fueron objeto de multitud de transformaciones hasta alcanzar un inconfundible aire romántico que convierte su audición en toda una experiencia híbrida que aúna barroco, clasicismo y romanticismo prácticamente a partes iguales. Si encima se abordan con instrumentos de cuerda de tripa, con todos los inconvenientes de afinación y tono que conlleva, la sensación es todavía más desconcertante y no por ello menos satisfactoria.
Aunque son seis los conciertos que derivaron de piezas para clave de Rameau, añadiéndose a los cinco interpretados anoche un sexto a partir de cinco piezas del tercer libro de Nouvelles Suites de pièces de clavecin, suele ser más aceptada la colección en su concepción de cinco conciertos, el primero de los cuales arrancó con acordes perfectos y una inteligente combinación de ternura y brillantez en La Coulicam. Por cierto, que cada pieza se titula en atención a un personaje influyente ya fuera en el ámbito profesional o doméstico en el autor, así como algunos espacios relevantes en su vida y hasta apodos de mujer como los que gusta acuñar a la hostelería sevillana, destacando defectos más que virtudes, como La provocativa del segundo concierto o La indiscreta del cuarto. Con aires elegíacos (La Livri) y despreocupados (La Vézinet) prosiguió este primer concierto en el que los seis solistas mostraron ya sus credenciales, basadas en la implicación y el virtuosismo más absolutos.
Menos interesante resultó el segundo de los conciertos, aunque haciendo gala de su rica polifonía en La Laborde de arranque, rubricado con aires ensoñadores en La Boucon, y cierto toque de travesura en L’Agaçante, para terminar de forma insólita y balsámica con dos minuetos lentos defendidos con altas dosis de lirismo. En todo momento destacó el contraste entre la cuerda aguda y grave, potenciada con el uso del contrabajo (Rico) doblando y alternando voces con el violonchelo de una ejemplar Mercedes Ruiz. Del tercer concierto destacamos los dos rondós, llenos de ternura y expresividad, que conforman La Timide, y que potencia su encanto en manos de un sexteto de cuerdas. También el Tambourin I y II en forma de rondó y aires de marcha destacó por el brío y la conjunción empleada por los seis intérpretes. Pasando casi por alto el cuarto concierto, justamente denominado La Pantomime, si bien destaca la pieza dedicada quizás a la esposa del autor, La Rameau, que contiene una infatigable y endiablada sucesión de notas perfectamente traducidas en vibrantes acordes de los intérpretes, llegamos al quinto, quizás el que mantiene un aire más barroco y afrancesado, puede que por estar dedicado a Forqueray y Marais, el primero a través de una envolvente fuga llena de encanto y misterio, y el segundo con una gavota graciosa y melodiosa, con un sombrío y quejumbroso La Cupis entre medio. Esta asociación de épocas, aún con el sonido puntualmente estridente de Kurosaki, más sedoso en el caso de Rossi y Navarro, y siempre con el impecable apoyo de Martínez y los bajos, resultó siendo una experiencia fascinante y deliciosa en todos los sentidos.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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