Fiel enamorado de nuestra tierra, el madrileño Ignacio Sainz de Medrano disfrutó los veranos de su infancia y juventud en las playas malagueñas, concretamente en Torre del Mar, en la comarca de la Axarquía. Desde que decidió dedicar la mayor parte de su tiempo a la literatura, hace apenas unos años y después de una fructífera carrera profesional en el campo de las finanzas y los seguros tras haberse licenciado como economista en la Autónoma de Madrid, ha escrito dos libros ambientados en ese trozo de Andalucía, con escalas en Sevilla y Málaga. Ahora se encuentra inmerso en la que será su tercera novela, cerrando una trilogía ambientada en Torre Pedrera, seudónimo tras el que se encuentra la turística localidad malagueña, con la que pretende trazar cierto paralelismo entre nuestra sociedad y, de momento, la que nos dejó la transición a finales de los años setenta del pasado siglo y la que sufrimos hace dos siglos, cuando el mundo que nos rodeaba se enfrentaba al progreso que prometía la revolución industrial.
Si La fragua de Vulcano, su primera novela tras un volumen dedicado a relatos cortos, mostraba la triste herencia de cuarenta años de dictadura cuya herida aún no se ha cerrado, a través de los ojos de tres amigos que vivieron aquella época durante sus años más jóvenes, y que en tiempos contemporáneos sufren las consecuencias de una educación política y sentimental que tanto deja que desear, El Porvenir fija su mirada más atrás, estremeciéndonos al comprobar que no hemos cambiado tanto como creíamos, y que en esencia seguimos purgando los mismos defectos de antaño. Conviene por lo tanto descubrir la fuerza dramática y emocional que encierra este imponente trabajo fruto de una exhaustiva investigación que ha llevado a su autor a encerrarse durante un dilatado periplo en bibliotecas e instituciones donde encontrar toda la riqueza que atesora su flamante libro.
Basándose ligeramente en un personaje tan singular y carismático como Ramón de la Sagra, un empresario e industrial gallego que intentó sentar las bases de una prometedora industria azucarera en la comarca, y que se encontró con tantos obstáculos de distinta índole como para hacerle desistir de sus pretensiones, Sainz de Medrano acierta al configurar un país, y especialmente una tierra, la nuestra, reticente hacia la modernidad, anclado en la tradición y las costumbres, sobre todo cuando a través de ellas se puede perpetuar la pirámide de clases y privilegios que caracterizaba a nuestra sociedad y que todavía hoy podemos llegar a apreciar en ciertos ambientes conservadores a los que las leyes progresistas que pretenden gobernarnos no parecen hacer suficiente sombra. Ese inmovilismo que caracteriza a las ideologías más conservadoras y excluyentes, que sólo abrazan el progreso y la progresía cuando vienen impuestas desde la oposición y descubren que también favorece a su convivencia, se ve perfectamente reflejado en una novela que procura acercarse a la época que describe con el máximo rigor histórico y detallismo posible.
No cabe duda de que el trabajo del autor ha debido ser agotador a la hora de cumplir dos premisas fundamentales, por un lado adaptarse al estilo literario de la época sin por ello resultar complicado ni anticuado para el lector, y por otro describir procesos y técnicas de producción tan ajenos a su pasado profesional, con la exactitud y el detalle de quien se pretende un especialista. Sainz de Medrano cumple con nota alta esas dos premisas fundamentales, de manera que por momentos parece que estuviésemos leyendo a alguno de nuestros grandes clásicos de la época, tipo Pérez Galdós o Blasco Ibáñez. Del mismo modo, y siempre que prestemos a nuestra lectura una atención muy precisa, seremos capaces de aprender técnicas y procedimientos industriales del momento con una exactitud sorprendente. Todo ello enmarcado en una absorbente trama de intriga, crimen y hasta pasión que deja en evidencia la lacra provocada por la práctica de una iglesia trasnochada y una gravísima falta de formación en educación, asignatura todavía pendiente en nuestro país, con la facilidad que ello entraña para mantener el control de las clases altas y políticas sobre un pueblo anestesiado tras la creencia de disfrutar de un régimen democrático.
Resulta muy significativo en todo este contexto que Vélez Málaga, que en la novela se esconde tras el nombre de Castillar, lleve décadas negando a Torre del Mar su constitución como municipio independiente con un consistorio propio. La capital de la Axarquía no prescinde así se su particular gallina de los huevos de oro, abandonándose como lo hace el resto de nuestra comunidad, al turismo como principal fuente de ingresos, y relajando la cada vez más acuciante necesidad de implantar un tejido industrial poderoso que nos permita competir con el resto de países de nuestro entorno y no conformarnos con ser el paraíso final de sus jubilados. Sainz de Medrano ha dado en la diana, seguimos siendo un país mediocre y mezquino, que apenas ha escapado de esa imagen en los dos siglos transcurridos entre la triste historia de Ramón de la Sagra y las de muchos que sufren condiciones parecidas aún en la actualidad. Dejarse seducir por su fluida narrativa y sorprender por las verdades que esconde, se convierte en manos del lector en una experiencia fascinante, sobre todo por el dominio que su autor exhibe en todos los sentidos, gramático, literario y narrativo. El Porvenir, editado por Libros Indie, se puede adquirir fácilmente en plataformas digitales de comercio cultural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario