Sábado 9 de septiembre de 2023
Huelga destacar aquí, a estas alturas, el magisterio que Luis Orden a la flauta y María Esther Guzmán a la guitarra imprimen a sus interpretaciones. Juntos llevan mucho tiempo ofreciendo recitales marcados imperiosamente por el arreglo o la transcripción. Las adaptaciones del concierto de ayer recayeron en la excelente guitarrista, sin embargo no lograron captar el espíritu que informaba el evento, evocar la atmósfera imperante durante la vida del pintor Joaquín Sorolla, a quien estas Noches del Alcázar brindan un sentido homenaje por el centenario de su muerte. Faltó el color y el espíritu propios de aquella encrucijada de siglos, un palpable ambiente modernista al que tanto se prestaron el impresionismo y el nacionalismo presentes en las partituras (Fauré, Debussy, Albéniz, Granados…) pero no sus particulares resoluciones. Por el contrario tuvimos la sensación de encontrarnos ante una suerte de easy listening, libre de cualquier complicación y falto de la emoción subyacente en las piezas elegidas.
Algo mejor resultó Après de rêve de Fauré, apoyado en su carácter eminentemente romántico y melódico, aunque con su famosa Pavana, víctima de todo tipo de arreglos y adaptaciones, el dúo volvió a exhibir su tendencia a lo meramente convencional. También el Claro de luna debussyano resultó anodino e insustancial, más que Golliwog’s Cakewalk, que quizás por su carácter animado y juguetón permite disfrutarlo con menos prejuicios. Guzmán y Orden se empeñaron a fondo, al final del recital, con El Albaicín de la Suite Iberia de Albéniz atacada con sentido idiomático, aunque siempre por debajo de las magníficas prestaciones de las que es capaz la pieza en manos del piano o la guitarra. La famosa Danza de La vida breve de Falla sirvió como propina afín a provocar el aplauso enfervorecido del público.
Foto: Actidea
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Huelga destacar aquí, a estas alturas, el magisterio que Luis Orden a la flauta y María Esther Guzmán a la guitarra imprimen a sus interpretaciones. Juntos llevan mucho tiempo ofreciendo recitales marcados imperiosamente por el arreglo o la transcripción. Las adaptaciones del concierto de ayer recayeron en la excelente guitarrista, sin embargo no lograron captar el espíritu que informaba el evento, evocar la atmósfera imperante durante la vida del pintor Joaquín Sorolla, a quien estas Noches del Alcázar brindan un sentido homenaje por el centenario de su muerte. Faltó el color y el espíritu propios de aquella encrucijada de siglos, un palpable ambiente modernista al que tanto se prestaron el impresionismo y el nacionalismo presentes en las partituras (Fauré, Debussy, Albéniz, Granados…) pero no sus particulares resoluciones. Por el contrario tuvimos la sensación de encontrarnos ante una suerte de easy listening, libre de cualquier complicación y falto de la emoción subyacente en las piezas elegidas.
Las suyas fueron por lo tanto unas interpretaciones impecables, sutiles, pulcras y puras. Orden mantuvo en todo momento un proverbial control de la respiración, un fraseo fluido y un trabajo esmerado en la exposición melódica, mientras Guzmán abrazó la guitarra como siempre suele hacerlo, con mimo y exquisitez, resaltando cada acorde con una claridad extraordinaria. Juntos además fueron capaces una vez más de exhibir una perfecta compenetración y capacidad de diálogo. Pero los arreglos no hicieron justicia al programa, y eso se notó enseguida con tres emblemáticas piezas de Francisco Tárrega, Capricho árabe, Recuerdos de la Alhambra y Gran Vals, de las que apenas logramos disfrutar con la última, siempre bajo el protagonismo líquido de la flauta, quedando la guitarra empobrecida y apenas responsable de algunas, pocas, líneas melódicas. Muy desfigurados quedaron los Valses poéticos de Granados, que al piano evidencian el espíritu europeísta del compositor, y que el tándem resolvió vulgarizando sus postulados, de forma apresurada, convirtiéndolos en apenas unas piezas coyunturales y faltas de interés. Obligados por la organización a ilustrar el programa, Orden sólo lo hizo con dos de las piezas elegidas, las tripartitas de Tárrega y Respighi, de nuevo tan insustancial en su versión para flauta y guitarra a partir del original para violín y piano, que no logramos sintonizar con la propuesta. Después ya no hubo más explicación.
Algo mejor resultó Après de rêve de Fauré, apoyado en su carácter eminentemente romántico y melódico, aunque con su famosa Pavana, víctima de todo tipo de arreglos y adaptaciones, el dúo volvió a exhibir su tendencia a lo meramente convencional. También el Claro de luna debussyano resultó anodino e insustancial, más que Golliwog’s Cakewalk, que quizás por su carácter animado y juguetón permite disfrutarlo con menos prejuicios. Guzmán y Orden se empeñaron a fondo, al final del recital, con El Albaicín de la Suite Iberia de Albéniz atacada con sentido idiomático, aunque siempre por debajo de las magníficas prestaciones de las que es capaz la pieza en manos del piano o la guitarra. La famosa Danza de La vida breve de Falla sirvió como propina afín a provocar el aplauso enfervorecido del público.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Lleno absoluto y un público emocionado hasta el infinito, levantado en pie para aplaudir, una atmósfera especial, comentarios hiperpositivos de los asistentes , una noche mágica… El cien por cien del público estuvo en otro concierto que usted. Pueden no convencerle las transcripciones,, que no tienen nada de sencillas, aunque la categoría de los intérpretes así lo hiciera parecer, pero hablar de vulgaridad, música insustancial, anodina, etc. Los programas del Alcázar tienen sus exigencias y limitaciones, ajenas a los propios músicos, pero estoy seguro que el concierto de ayer hubiera perfumado la atmósfera de cualquier escenario del mundo y la hubiera vestido de emoción. Lastima que solamente usted se lo perdiera.
ResponderEliminarMagnifico concierto, vibrante y mágico, acorde con el entorno. Nos emocionó , transportó y nos subió las sensaciones. La transcripción para flauta y guitarra estupenda y glamurosa. Nada que ver con la crítica que se hace. Todos los presentes dirían lo mismo, era compartida la sensación. La musicalidad de las obras originales se trabajó de manera exquisita y por tanto, lució la música con toda su esencia
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