sábado, 18 de enero de 2025

UN MOZART JOVEN Y OTRO MASÓN CON UNA OSC MUY EN ESTILO

Concierto nº 3 de la temporada XIV de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Irene Pérez Cantillón, fagot. Juan Ramos, tenor. Armando Martín, barítono. Juan García Rodríguez, director. Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza (Coro de hombres). Programa: Sinfonía nº 26 en Mi bemol mayor K184, Conciertoñara fagot en Si bemol mayor K191, Mauerische Trauermusik K477, Kleine Freimaurer-Kantate (Laut verkünde unsre Freude) K623, de Mozart. Auditorio ETS de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, viernes 17 de enero de 2025

Irene Pérez Cantillón, Juan García Rodríguez y la OSC

Hasta tres orquestas estuvieron tocando simultáneamente anoche en Sevilla, la ROSS en el Maestranza, la Bética de Cámara en el Espacio Turina y la Sinfónica Conjunta en el Auditorio de la Escuela Superior Técnica de Arquitectura en Reina Mercedes, y porque no le tocaba a la Barroca, que ya lo hará el próximo fin de semana. Hace un puñado de años era impensable y hoy es un sueño hecho realidad.

El de la Orquesta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Manuel Castillo estuvo íntegramente dedicado a Mozart, ese señor que puede no suele ser el favorito de la afición, pero que gusta a todos y todas, incondicionales y profanas. Se trató de un programa breve, no llegaba si quiera a la hora de música, pero muy ecléctico y con destacadas participaciones solistas y colaboraciones, para lo que quizás el auditorio se quedaba corto, aunque exhibiera unas cualidades acústicas muy apreciables.

La breve Sinfonía nº 26, compuesta cuando el genio sólo contaba dieciséis años, sirvió de obertura, no en vano sigue la estructura de la típica sinfonía obertura de la ópera barroca italiana, y no le va a la zaga en duración. Juan García atacó el presto inicial con inusitada energía, fuertes contrastes y un impulso dramático muy adecuado. Menos logrado resultó un andante algo inseguro y desequilibrado, mientras el allegro final evidenció sensación de encantadora jovialidad.

Los y las jóvenes integrantes de una orquesta reducida para la ocasión respondieron con el compromiso y la responsabilidad que les caracteriza, no importa lo mucho que cambie cada temporada la plantilla de esta orquesta en continua transformación. Sólo las difíciles y traicioneras trompas mostraron algún desajuste que no llegó a empañar la empresa.

Fagot y voces como ilustres invitadas

La fagotista sevillana Irene Pérez Cantillón se encargó de la parte solista del Concierto K191 que Mozart compuso un año después de la sinfonía de arranque. Su fuerza expresiva quedó libre de toda discusión, mientras en lo que respecta a fraseo y control de la respiración, la suya fue una interpretación impecable. Justa y perfectamente equilibrada en todas las filigranas que muestra la pieza al instrumento solista, logró una sintonía perfecta con la orquesta, especialmente en ese andante sentimental y melodioso tanto inspiró al Porgi, amor de Las bodas de Fígaro.


La segunda parte estuvo dedicada a la faceta masónica de Mozart, ya en sus últimos años de vida, con un lapso de tiempo de casi veinte años con respecto a las piezas de juventud programadas en la primera parte del concierto. Música para un funeral masónico K 477, que en el programa de mano confundieron con la Pequeña marcha fúnebre k453a para piano solo, abrió esta segunda parte, con García y la Orquesta exhibiendo toda la solemnidad que rezuma la página, como un largo lamento que desemboca en un sobrecogedor canto de esperanza y redención. A pesar de un arranque desvaído en las maderas, el resto de la interpretación gozó de la excelencia.

Como también lo hicieron las voces convocadas en la Pequeña cantata masónica, Proclamamos nuestro gozo en alto, última composición completada por el autor. Con texto de Schikanaeder, las compenetradas voces masculinas del Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza aportaron épica y solemnidad a las primeras y últimas y repetidas estrofas de esta breve pero sensacional cantata en la que brillaron las voces solistas de Juan Ramos y Armando Martín, con atinada aportación también del tenor solista del coro, Francisco Romero.

El tenor gaditano Juan Ramos exhibió una voz bien asentada en el extremo agudo de su tesitura, perfectamente entonada y con una proyección natural y un fraseo fluido, mientras el barítono sevillano Armando Martín mantuvo una línea firme de canto y un timbre sedoso y equilibrado. Por su parte, la orquesta mantuvo en todo el momento el estilo depurado y solemne que ya demostró en la pieza anterior. Lleno total y éxito rotundo, seguimos lamentando que esta temporada la orquesta no anticipe todo su programa con el fin de organizar nuestra agenda.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía


No hay comentarios:

Publicar un comentario