El Teatro de la Maestranza cumple estos días su tradicional cita con el ballet clásico acompañado de música en directo desde el foso. Lo hace poniendo en escena por primera vez en sus más de treinta años El corsario, una de las más inspiradas composiciones para la danza del autor francés Adolphe Adam, junto a su afamada Giselle de entre unos catorce títulos para el género. Supuso además su canto del cisne, pues apenas sobrevivió a su estreno en un par de años. Las transformaciones que sufrió el concepto original de Joseph Mazilier a manos del imprescindible Marius Petipa, han servido como mínimo como referencia sobre la que trabajar nuevas coreografías, como la que en esta ocasión ofrece el ex director de la Compañía Nacional de Danza y hoy flamante director del Ballet de la Ópera de París, José Carlos Martínez. El coreógrafo redujo a hora y media la partitura original de dos horas, convirtiendo en dos actos y un breve epílogo lo que en origen eran tres actos.
Morita, Calstar-Fisher y Gallo |
También las danzas de las odaliscas tuvieron un especial encanto, con la veterana Nanae Maruyama, una de tantas presencias orientales que asoman en la compañía, a la cabeza. Y muy aplaudida fue la escena del jardín animado, con la plana mayor de las bailarinas luciendo los tradicionales tutús blancos y exhibiendo la versatilidad y la coordinación perfecta aludida. En cuanto a los solitas, todos y todas de excelente factura, se lucieron la pareja romántica protagonista, cumpliendo las reglas básicas del ballet clásico, perfecta forma atlética y muscular de Joel Calstar-Fisher como el pirata Conrad, frente a la delicadeza y extrema delgadez de Ami Morita como Medora, al servicio de una excelsa compostura.
Ichii y Adams |
Puro imaginario exótico y sensual tan del gusto de la época, rememorando fielmente la atmósfera de Las mil y una noches, a través de una escenografía obra del también español Iñaki Cobos. Incluso su vestuario nos condujo acertadamente a esas historias orientalistas llenas de magia y sensualidad, puro color y con claras referencias en las telas decorativas a la Alhambra. Un atractivo video nos transportó al naufragio del barco en el que viajan los protagonistas, felices náufragos en el episodio final.
Destacaron también Finn Adams como el malvado mercader Lankedem, efectuando saltos que desafían a la gravedad y acompañando su baile fluido y lleno de naturalidad de una gestualidad perfecta, acorde al personaje. También el esclavo Alí, en la figura de Antonio Gallo, evidenció un nivel extraordinario, convirtiendo en trío el célebre paso a dos que tanta fama reportó a Nureyev y Fonteyn. Completó el tándem principal Akane Ichii como Gulnara, cuyo solo resolvió con absoluta delicadeza y un nivel técnico insuperable.
Joel Calstar-Fisher |
Pero lo que da relieve a estos ballets clásicos de principios de año es el trabajo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el foso, que nunca defrauda, pero cuyo nivel puede deambular entre lo extraordinario y lo correcto, según quién la dirija. En esta ocasión, las manos maestras y sin embargo aún jóvenes de Kaspar Mänd, vinculado a la Ópera y el Ballet Nacional de Estonia, condujeron a la orquesta por la senda de la excelencia, con un brillo y una robustez sólo equiparables a la energía y al vivacidad que desprendieron todos los maestros y maestras del conjunto hispalense, incluidos espléndidos solos de violín, oboe, flauta y trompeta. Todo un lujo para los sentidos y una ocasión para disfrutar de la belleza en estado puro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario