miércoles, 6 de marzo de 2024

LA SINFÓNICA CONJUNTA NO DEJA DE SORPRENDER

4º concierto de la XIII temporada de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Orquesta de Vientos de la OSC. José Gómez Macías, saxofón. Camilo Irizo, dirección. Programa: Canción de gesta, de Leo Brouwer; Órbitas, aristas y desintegraciones, para saxo y banda, de César Camarero; Music for Prague 1968, de Karel Husa. Teatro Central, martes 5 de marzo de 2024


Una nutrida representación del alumnado de los siempre difíciles instrumentos de viento del Conservatorio Manuel Castillo, además de un magnífico conjunto de percusión y algún apoyo de cuerda grave, protagonizó este cuarto concierto de temporada de la Sinfónica Conjunta, de nuevo con Camilo Irizo a la batuta, especialista en la materia y encargado de estos complejos programas centrados en maderas y metales. Repartidos entre las tres obras interpretadas, algunos repitiendo e incluso participando en las tres, llegamos a contar hasta ochenta jóvenes intérpretes sobre las tablas. Sólo clarinetes participaron casi treinta, para que nos hagamos una idea. Todo eso conlleva una enorme dificultad para definir líneas y distinguir planos sonoros, todo lo cual tanto la orquesta como su muy cuidadosa y esmerada batuta salvaron con magisterio.

Siempre recordaremos con mucho cariño la labor que Leo Brouwer ejerció a finales del siglo pasado como director titular de la Orquesta de Córdoba. Su música fue la encargada de abrir este singular concierto en el que la banda de la Conjunta fue la protagonista. Canción de gesta comienza suave al toque de trompeta un tanto épico aunque contenido, para a continuación sumergirse en una serie de sonoridades de carácter frecuentemente cambiante, lo que da cierta imprecisión y desequilibrio a la pieza. La percusión se erige en protagonista tanto como los vientos, mientras piano y arpa van dotando al conjunto de un aire místico y acuático, todo ello con cierta tendencia a epatar más que resultar sincero. Sólo al final, en un crescendo con tintes étnicos que se inspira quizás en Silvestre Revueltas, la pieza toma mayor carácter y potencia, siempre en manos de una orquesta impecable, con los consabidos desajustes principalmente en los arranques, algo sin importancia dada la complejidad de la gramática de la pieza y los instrumentos.

Foto: CICUS. Atención al extremo izquierdo

La obra del madrileño César Camarero, Órbitas, aristas y desintegraciones, está muy ligada a Sevilla, pues aquí la estrenó la Banda Sinfónica Municipal en el Festival Encuentros Sonoros de 2021, y ahora la ha servido la Conjunta en una versión supuestamente revisada, dada la fecha de composición que figura en el programa, 2023. El propio autor, presente entre el público, debió quedar muy complacido dado el alto nivel exhibido por los jóvenes músicos, especialmente el saxofonista solista, José Gómez Macías, que hace aproximadamente un mes ofreció un recital de la mano de Juventudes Musicales junto al pianista Daniel Barbosa. El joven tuvo oportunidad de lucirse tanto en los largos acordes sostenidos como en los más vertiginosos e intrincados que propone la partitura, con la banda y la percusión punteando de forma tan sutil como implacable según qué pasajes. La mayor parte de la obra exige al solista intervenir desde lejos y enfrentado a la orquesta, en este caso en uno de los balcones del Teatro Central, lo que otorga a su interpretación un toque algo fantasmagórico.

Una banda gigantesca

Con una exposición en el vestíbulo de sábanas con los rostros de aguerridas mujeres que hicieron frente al largo y cruento asedio a Sarajevo en la Guerra de Bosnia, en recuerdo al parapeto que ejercieron con ellas, evitando así en la medida de lo posible a los francotiradores apostados a su alrededor, y la presencia del dolor de las actuales guerras tan próximas a nosotros y nosotras, la interpretación de Música para Praga 1968 de Karel Husa, obtuvo una relevancia especial. El compositor checo exiliado en Estados Unidos lanzó con esta pieza su grito desgarrador ante la impotencia de una revolución en favor de una mayor libertad, abortada por el ejército ruso en la Primavera de Praga de 1968. Tras una breve exposición al flautín seguida de una preparación meticulosa y no exenta de agresividad de los recursos, surge una página desoladora y trágica que se rubrica con un interludio de corte marcial y amenazador, hasta converger en un final apoteósico y estremecedor en el que todos los instrumentos gritan al unísono, mientras sólo una batuta responsable y comprometida, sumada al talento de los jóvenes intérpretes, consigue dar cohesión, forma y espíritu sin que nada se resienta en una exhibición de nuevo ejemplar.

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