Dirección Paolo Sorrentino Guion Umberto Contarello y Paolo Sorrentino Fotografía Daria D'Antonio Música Lele Marchitelli Intérpretes Celeste Dalla Porta, Dario Aito, Daniele Rienzo, Gary Oldman, Stefania Sandrelli, Luisa Ranieri, Silvio Orlando, Pepe Lanzetta, Isabella Ferrari, Silvia Degrandi Estreno en el Festival de Cannes 21 mayo 2024; en Italia 24 octubre 2024; en España 25 diciembre 2024
Es curioso cómo desde su estreno en el Festival de Cannes la primavera pasada, la nueva película de Paolo Sorrentino ha recibido más varapalos que beneplácitos, cuando no es sino puro Sorrentino, el mismo que nos deleitó con Il Divo, La gran belleza, La juventud o las dos entregas televisivas sobre el Papa. Hay más forma que contenido, aún cuando no prescinda en absoluto de éste. Y hay mucha belleza en este nuevo himno a la ciudad de Nápoles, a la que ya expuso en su celebrada Fue la mano de Dios. Empezando por esa sirena que emerge de las azules aguas del Mediterráneo, cuyo nombre responde a aquel con el que se conocía la popular ciudad italiana antes de convertirse en Nápoles.
Celeste Dalla Porta es la gran revelación de la película, alguien a quien nunca nos cansamos de contemplar, incorporando a una joven no sólo hermosa sino inteligente, que sufre hasta la eternidad las consecuencias de un amor prohibido y malogrado, mientras en su ir y venir por el camino de una vida plagada de belleza y dolor, conoce todo tipo de personajes extravagantes, sórdidos o grotescos, ese lado felliniano que Sorrentino nunca se cansa de homenajear, aunque su lenguaje siempre resulta mucho más atractivo para la mayoría del público, que se deja llevar por su particular universo colorista y creativo, de auténtica postal de diseño. Algo que se percibe ya desde los títulos de crédito iniciales, con esa luminosa ciudad plagada de modelos de los setenta luciendo porte y glamour al son de Éxodo de Wojciech Kilar, música que lo mismo sirve para ilustrar el primer y más primitivo tráiler de La lista de Schindler que para mostrar toda la sofisticación de la belleza y la juventud en un Nápoles de diseño.
Tenemos por lo tanto al Sorrentino que tanto cuida su banda sonora, en la que destacan los temas de Riccardo Cocciante o Valerio Piccolo, complementando la luz y el color de la imagen, así como la belleza de la mítica y desgraciada sirena que se rinde tras fracasar en el amor, pero que parece albergar una esperanza en el cuerpo de una ya madura protagonista ioncorporada por otro mito, Stefania Sandrelli. Todo ello aderezado con esa galería de personajes excéntricos que desfilan por una pantalla en la que quizás no encontremos más que un fresco lujoso como testimonio de un director hacia su ciudad, pero menudo fresco y cuánta belleza, con esa facilidad tan italiana de combinar la elegancia más absoluta con la vulgaridad más hilarante, y en la que el hermoso idioma también luce en todo su esplendor.
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