Concierto de la Orquesta de la Fundación Barenboim-Saïd. Michael Barenboim, violín. Oksana Lyniv, dirección. Programa: Obertura El Rey Lear Op. 4, de Berlioz; Concierto para violín en mi menor Op. 64, de Mendelssohn; Sinfonía nº 1 en do menor Op. 68, de Brahms. Teatro de la Maestranza; domingo 29 de diciembre de 2024
Barenboim
es ya un conocido de nuestra escena, donde ha intervenido en diversas ocasiones
como concertino de la Orquesta del Diván,
cuando ésta acostumbraba a incluir Sevilla en sus giras de conciertos. Haberlo
disfrutado esta vez como solista frente a una plantilla que para nuestro
orgullo se forma y educa aquí, con un
profesorado cuidadosamente seleccionado para este menester, ha sido un
auténtico lujo.
Así
mismo, la batuta elegida para la ocasión ha supuesto un deleite y una
satisfacción para el público congregado. Oksana Lyniv viene consagrada tras los enormes logros
obtenidos en gran parte de Europa, incluida la gesta de ser la primera
mujer en dirigir en el Festival de Bayreuth, al menos durante las dos últimas ediciones
encargándose de la dirección musical de El
holandés errante. Su trabajo frente a la Orquesta de la Fundación se saldó
con nota muy alta, todo un estímulo
para tan joven plantilla. Con ella, nuestro teatro, aupado por la ROSS, ha
conseguido quizás el récord de batutas
femeninas en una sola temporada.
Con
una de las muchas oberturas que compuso Berlioz, la de El Rey Lear, en forma de suite programática, dio comienzo este
singular concierto. Estrenada en París en 1833, esta suntuosa pieza en forma de poema sinfónico de mediana duración,
sirvió para alternar pasajes delicados con otros de considerable calado
emocional y enérgica caligrafía.
Un
Brahms dramático e intenso
Lyniv
articuló una Primera de Brahms decididamente dramática desde sus
poderosísimos acordes de arranque, y aunque marcó tanto la intensidad de
sus frases, de forma que evidenció a veces de forma brusca la transición de los pasajes más enérgicos y
contundentes a los más relajados y sensibles, logró resultados más que
estimables de una plantilla que a buen seguro preparó la página a conciencia,
con el mérito añadido de alternarlo con fiestas familiares y comidas copiosas.
Una
sensibilidad dramática y enérgica
que no sólo se diluye significativamente en los pasajes delicados que también
emergen en el allegro inicial, sino
que protagonizan un andante a nuestro
juicio despachado con excesiva celeridad,
sin reparar en su enorme calado sentimental. No obstante, la concertino exhibió
en este movimiento un solo sensacional, por su textura y flexibilidad, que fue seguido del exquisito poco allegretto, planteado con gracia y adecuada ligereza, una
de las páginas que conformaron mi particular querencia por la gran música
cuando era muy niño.
Sólo
los metales, imprescindibles para
potenciar el carácter crepuscular del último movimiento, evidenciaron algún
escollo técnico, pero sinceramente de escasa importancia dada su dificultad,
mientras el resto de familias orquestales, incluida una muy equilibrada percusión,
funcionaron a nivel de máxima nota,
lográndose un excelente concierto que terminó con un notable aumento de
efectivos para dar forma al recurrente pasodoble Amparito Roca, prueba evidente de que nuestras orquestas juveniles están conectadas íntimamente.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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