Guion y dirección Robert Eggers, según la novela “Drácula” de Bram Stoker y el guion de la película de F.W. Murnau Fotografía Jarin Blaschke Música Robin Carolan Intérpretes Bill Skarsgard, Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin, Willem Dafoe, Simon McBurney, Ralph Ineson Estreno en España y Estados Unidos 25 diciembre 2024
Son infinitas las adaptaciones de Drácula de Bram Stoker que se han llevado al cine, las de Tod Browning, la Hammer, Badham y Coppola como más significativas. Pero de su versión apócrifa, Nosferatu de Murnau, realizada sin satisfacer los derechos de autor, lo que llevó a la viuda de Stoker, Florence Balcone, a demandar a la productora y destruir gran parte de las copias, sólo conocemos el remake que realizó Werner Herzog en 1979 con Klaus Kinski, Isabelle Adjani y Bruno Ganz como protagonistas. Ahora, apenas unos meses de estrenarse en plataformas digitales El último viaje del Demeter, que estira el episodio en el que el vampiro viaja desde los Cárpatos a Londres, llega la esperada adaptación que de este clásico ha hecho el director de La bruja, El faro y El hombre del norte, un siglo después del original. Con una cuidadísima estética y una logradísima atmósfera, inquietante, lúgubre y muy atenta al espíritu expresionista de la primera pero sin resultar un remedo, Egglers tiene el acierto de añadir aspectos que no se encuentran ni en la novela ni en la película que le sirve de inspiración, y que nos conectan con miedos más reales, sin por ello traicionar ese más allá con el que identificamos el mito del vampiro sediento de sangre.
Para eso nos plantea una conexión entre Ellen (Mina en la novela de Stoker) y el vampiro que se remonta a la niñez y que le mantiene atenta desde su nacimiento a la posibilidad de entrar en trance, perder la perspectiva de la realidad y entregarse a los misterios de la pérdida de la razón, algo que sin duda nos trastorna y nos conmueve a todos y a todas. Y es ahí donde radica el mayor terror y el más absoluto desconcierto, por encima de la estética gore a la que se asoma en varias secuencia, o los sustos obligados con los que se salpica su narración, e incluso por encima del nauseabundo aspecto del monstruo. Nunca el vampiro por excelencia nos había parecido tan irreal, fruto quizás de la oscuridad del momento, de la imaginación de los protagonistas o del miedo aterrador a cuestiones colaterales como la locura o la peste. Las supersticiones, la ignorancia e incluso la herencia genética, nos condena a temer lo irracional, cuando a nuestro alrededor pueden estar pasando cosas mucho más aterradoras y desconcertantes.
Egglers logra con todo ello una película sin duda muy cuidada y sugerente estéticamente, muy elaborada también a nivel de guion y sólida en cuanto a postulados e interpretaciones, destacando el excelente trabajo de Lily-Rose Depp, muy bien secundada por Bill Skarsgard como el vampiro y Nicholas Hoult, reciente su éxito en El jurado nº 2, una de las mejores películas del año, como Thomas Hutter, sosías de Jonathan Harker. Destaca también el trabajo muy esforzado de Simon McBurney como Knock, Renfield en Drácula, y Willem Dafoe, quizás un guiño al papel que interpretó en La sombra del vampiro, una fantasía sobre el rodaje de la película de Murnau, en la que él interpretaba a Max Schenck, el actor que dio vida a Nosferatu, mientras John Malkovich recreaba al director alemán. El uso del sonido, especialmente de la profunda y aterradora voz del vampiro, y una intervención del sexo más pacata que la de la versión de 1979, son otras de las características de esta llegada de un Anticristo el Día de Navidad.
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