Temporada 2025/2025 de la Orquesta Barroca de Sevilla. Pedro Castro, oboe; Ignacio Ramal y Fumiko Morie, violines; José Manuel Navarro, viola; Mercedes Ruiz, violonchelo; Ventura Rico, contrabajo; Alejandro Casal, clave; Mayumi Hirasaki, violín y dirección. Programa: Suites orquestales no. 3 en Re mayor BWV 1068 y nº 2 en la menor BWV 1067a; Conciertos para oboe d’amore en La mayor BWV 1055R, para violín en Mi mayor BWV 1042, y para violín y oboe en do menor BWV 1060R; Sinfonía de la cantata Ich hätte viel Bekümmernis BWV 21. Espacio Turina, viernes 21 de febrero de 2025
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Imposible
resistirse al hermoso programa que ofrecía la Barroca de Sevilla en este concierto dedicado íntegramente a Bach.
Algunas de las piezas seleccionadas forman parte de nuestra memoria desde la
infancia y primera juventud, como ese Badinerie
que ilustraba los títulos de cabecera de Parlamento,
un programa divulgativo que Televisión Española emitía justo antes del
telediario de los sábados al mediodía, o el adagio
del concierto para dos claves que sonaba mientras Barry Lyndon se pavoneaba entre
las clases altas en la película homónima de Stanley Kubrick. Y qué decir del Air de la Suite nº 3, tantas veces escuchado, hasta en versión jazz, en
publicidad, películas y toda clase de manifestaciones artísticas.
Un
todo Bach en el que lució especialmente
el oboe de Pedro Castro, tantas veces invitado de la orquesta y que en esta
ocasión deparó si cabe una de sus actuaciones más sensacionales e impecables
junto a la misma. Una orquesta que se
presentaba ciertamente en formación muy reducida, apenas cuerda y bajo
continuo, con una voz por parte y tan sólo dos violines, además del de Mayumi Hirasaki, que se encargó también
de la dirección. La artista japonesa saldó así su deuda con la Barroca, tras
aquella indisposición que le impidió estar en el mismo Espacio Turina en abril
de 2021, lo que provocó que le sustituyera a última hora Lina Tur Bonet. Ahora,
Hirasaki ha dejado su impronta
extrayendo de los escasos recursos convocados un sonido más terso y unos
ataques más limados, a pesar de lo cual se evidenció cierta falta de cuerpo y relieve en el conjunto.
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Aún
así resultó un concierto muy disfrutable,
en el que pudimos advertir el vértigo con el que se resolvieron las fugas de
las oberturas de las dos suites orquestales programadas, si bien al air mencionado sonó raquítico y mortecino, en parte por el modelo que cada uno y una
atesora en su subconsciente, y que a menudo viene asociado a esas añoradas
interpretaciones en orquestas románticas y con instrumentos modernos que echamos
de menos como sana alternativa a estas versiones
historicistas que hoy se imponen. El resto deambuló entre lo vigoroso y lo
excepcional, como la gavota de la suite
nº 3 y el rondó de la 2, ciertamente menos
aristados de lo habitual y con ataques menos contundentes.
Al
margen de ese raquitismo denunciado en la famosa pieza de la Suite nº 3, Hirasaki se mostró ágil y entonada en el resto del
programa, con intervenciones depuradas
en lo técnico y lo expresivo en el Concierto
BWV 1042, siempre arropada por un bajo continuo como siempre extraordinario,
en el que destacaron las agilidades y
ornamentaciones de Casal al clave. Las obras nos llegaron convenientemente reconstruidas,
siguiendo criterios musicológicos, y adaptadas al conjunto convocado, por lo
que seguro que muchos y muchas echaron
de menos algunos instrumentos en la interpretación de las piezas.
Con
un fraseo impecable y un exquisito gusto
al modular, Pedro Castro logró una de sus intervenciones más sobresalientes
junto a la Barroca, logrando momentos de
muchos quilates y gran dulzura en el larghetto
del Concierto BWV 1055, la Sinfonía
de la Cantata BWV 21, y sobre todo el
Concierto BWV 1060R, paladeado hasta el infinitito, tras el
que Hirasaki y él recibieron una merecida ovación extensible al resto de los
intérpretes convocados, destacando como siempre la sintonía y la complicidad con la que, desde siempre, han
resuelto sus propuestas.
Fotos:
Luis Ollero
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